Que placer da poder disfrutar, aunque sea por pocos días, de trabajos que se realizan en Madrid (y más, en lugares como el Teatro Kamikaze, al que le deseamos lo mejor en estos tiempos) aquí, en la ciudad condal. Uno de esos trabajos es Tebas Land, que pasó fugaz pero con gran calado por la Sala Petita del TNC.
Este es un texto del autor franco-uruguayo Sergio Blanco, que se ha representado a estas alturas ya en más de 22 países, cosa normal, teniendo en cuenta que es un trabajo pulido y bien hilado, una idea original a la par que interiormente agitadora.
Tebas Land habla del principio y del fin. Del origen y de la consecuencia. De como se gesta un parricidio y de cómo se engendra la dramaturgia de un proyecto teatral. De lo que puede resultar de las influyentes circunstancias durante nuestra infancia y/o adolescencia y de cómo un espectador recibe una obra surgida de una simple idea inicial.
Y así es como nos encontramos ante una puesta en escena fría y oscura. Frente a nosotros, tan solo una jaula para jugar a baloncesto dentro de una prisión donde Martín (Pablo Espinosa), quien ha matado a su padre, recibe las visitas de S (Pablo Gómez-Pando), que va a escribir sobre su historia. Ambos mantendrán un número de entrevistas donde, por un lado, iremos descubriendo la vida de Martín y paralelamente, por el otro lado, participaremos en el proceso creativo de la obra que esa historia protagoniza.
Dentro de la jaula, sobre el escenario que ha diseñado Alfonso Barajas la cesta de baloncesto, un banco de gimnasio y un escritorio para el autor. Tras el armazón, una pantalla donde en ocasiones se muestran imágenes al espectador. El resto, hasta el éxito, es trabajo de la palabra y la interpretación.
Blanco consigue, si no el éxito desde el primer minuto, nuestra completa atención y predisposición, al arrancar rompiendo la cuarta pared ya que S comienza dirigiéndose al espectador como si aún no hubiera empezado realmente la obra. Y a lo largo de la misma, continuará con “interrupciones” similares para dirigirse al público y explicar cómo se llevó a cabo el proyecto, las limitaciones que se encontraron o lo que pasa por su mente en cada entrevista con Martín. A su vez, él juega el mismo papel, el de espectador para el otro, quien le contará toda la historia del parricidio en cuestión. Finalmente está Fede, interpretado por el mismo Espinosa, que hará las veces del actor que da vida en el teatro a Martín.
Esta es una pieza genialmente hilada, donde aparecen Edipo, Freud o el cantante Roberto Carlos (y su canción “Amada amante”). Donde no importa tanto lo que ocurre fuera sino qué sucede en el interior de una persona para dar nacimiento a ciertas ideas. Y donde se muestra que al final, para bien o para mal, la mayoría de las veces esas ideas se convierten en acciones.
Hay dos pilares importantes en esta obra, como decíamos al principio: el texto y la interpretación. Y ambas consiguen que al final, a pesar del amargo regusto que te invade durante el visionado, concluya con una dulzura especial que te empape los ojos. Del texto, ya hemos comentado. Y del trabajo actoral, se puede decir que se palpa la emoción a flor de piel tanto en la platea como sobre el escenario. Los trabajos de ambos son realmente profesionales y serios. El desdoblamiento de Espinosa añade dificultad que supera con nota. El carácter afable y emocional de Gómez-Pando le concede un sobresaliente en su actuación.
Una obra que hemos disfrutado por completo, donde hueles a teatro durante cada minuto que pasa y por la que queremos felicitar a Sergio Blanco, al Pavón Kamikaze, a Natalia Menéndez y a Pablo Espinosa y Pablo Gómez-Pando y desearles que sigan cosechando muchos más éxitos con Tebas Land.
Crítica realizada por Diana Limones