Comienza temporada del Teatro de la Zarzuela con un gran estreno, y un elenco “fusión” que parece calmar la tormenta del final de la temporada anterior. Katiuska, con Ainhoa Arteta, dirección de Emilio Sagi y escenografía de Daniel Bianco. Levantamientos populares, nobleza asediada, y dos triángulos amorosos: es Ucrania 1917, pero podría ser España 2018.
En una posada a las afueras de Kiev, Boni (Emilio Sánchez) regenta junto a la tía Tatiana (Amelia Font), el establecimiento, donde la díscola Olga (Milagros Martín), novia y sobrina de los respectivos, se dedica a recibir muy atentamente a todo caballero que se asome por aquel lar; ya sea el comisario del Soviet, Pedro Stakof (Carlos Álvarez), el coronel del ejército zarista Bruno Brunovich (Antonio Torres) o un viajante catalán, Amadeo Pich (Enrique Baquerizo), en busca de saldar una importante deuda en medias de alta gama. Entre el trajín militar y mercante, el príncipe Sergio (Jorge de León) llega con una protegida, la joven noble Katiuska (Ainhoa Arteta), a la que encomienda al coronel Brunovich para que se encargue de su protección.
Katiuska es la primera obra que compuso el vasco Pablo Sorozábal, y lo que nos llega a este estreno es el “reboot” al que tuvo que recurrir el autor en su día, en 1930, y además, buscar refugio en el Teatro Victoria del Paralelo de Barcelona, por no encontrar apoyos en la capital. Un “robo” del domain à la Paquita Salas, un nuevo título para su obra, un nuevo segundo acto en 48h, y por fin, Katiuska llega al escenario con éxito y un “no hay billetes”.
La temporada de teatro de la capital parece rendida a la causa romántica rusa, y coinciden en cartelera el estupendo musical Anastasia, con un nivel coral que poco tiene que envidiar al lirismo del estreno de esta zarzuela. Solo los más afortunados hemos podido disfrutar de la Arteta, presente solo en dos fechas, y no dudo que las dos alternantes titulares hagan un estupendo trabajo interpretativo y vocal de este romance ruso. Si algo se le puede poner en falta a Ainhoa Arteta es que quizás la profundización en su personaje no ha sido tal, y Katiuska cojea en caer siquiera simpática o que el público empatice con esta “pobre rusa rica” que huye de la caza de brujas soviet. Sus romanzas y concertantes son frías, distantes, y solo el dúo con Pedro (Carlos Álvarez), “Somos dos barcas”, algo de calidez derrite la nieve que cubre el escenario.
Carlos Álvarez, “veni, vidi, vici”. Desde su “Calor de nido… Paz del hogar” el público de la Zarzuela aplaudió y bramó cada número musical que le involucraba; ovaciones prolongadas que impedían continuar con la función, aún con su Pedro fuera de escena. Jorge de León brilla en sus breves intervenciones, y en este tenor se ven conjugadas las dos facetas del cantante lírico, una potencia vocal impecable, y una interpretación potente.
El ensemble cómico, que podría ser una zarzuela distinta, da los mejores momentos al público. Los devaneos sensuales de Olga, interpretados por la divertidísima Milagros Martín, y su “A París me voy”, memorables. El cuarteto con Amelia Font, Antonio Torres, Emilio Sánchez y Milagros, “Rusita, rusa divina” aún lo tarareo mentalmente.
En el apartado técnico y artístico, magistral dirección musical de Guillermo García Calvo; correcta dirección de escena de Emilio Sagi, solo deslucida por la antártica Arteta. La escenografía de Daniel Bianco, con ecos del trabajo del magnífico Alessio Meloni en “Danzad Malditos”, de las imágenes de Christian Richter de arquitectura en ruinas, y junto con la iluminación de Eduardo Bravo, logran dar a ciertas escenas el carácter cinematográfico buscado, homenajeando un final digno de Ernest Haller en “Lo que el viento se llevó”
Katiuska es un buen ejemplo de “Zarzuela para primerizos”: es breve, tiene drama, tiene amor, tiene comedia, una escenografía muy trabajada, y grandes voces en escena. Brillante comienzo de temporada, que, con lo que viene por delante, no hace más que anticipar que lo que bien empieza, bien acaba.
Crítica realizada por Ismael Lomana