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25.10.2018 Críticas  
Lorca y la Espert haciendo historia

Unir bajo el techo del Teatro de la Abadía a Nuria Espert recitando los versos del Romancero Gitano, bajo la dirección de Lluís Pasqual es sin duda un acontecimiento histórico que nadie en su sano juicio debería dejar pasar. Algo único que trasciende el arte teatral.

Allá por 1928 se publicaron los dieciocho romances que componen el Romancero Gitano de Federico García Lorca. Poesías evocadoras de Andalucía, de las tradiciones gitanas más puras y mágicas. Romances de belleza a veces incomprensible, con metáforas, simbologías, soledad, mujeres y pena. El Romance de la luna, luna. El Romance sonámbulo, el de la muerte de Antoñito el Camborio, el de la Guardia Civil. Bellos sonetos cargados de las bellísimas palabras que Lorca escribió. Plantear un recital del Romancero es ya de por si una garantía, ahora bien, hacerlo con la voz de Nuria Espert y con la dirección de Lluís Pasqual es de otra dimensión.

Se presenta Nuria, la Espert, en un escenario vacío, solo una fila de butacas la acompaña. De negro riguroso y con la intención de relatar y emocionar, algo que consigue desde el mismísimo comienzo de su intervención. Ella es Lorca en un principio, saluda y nos habla de sus miedos al hablar en público. Ella es Nuria y nos cuenta sus comienzos recitando poemas en un club de arte. Ella es el Camborio, es el romance sonámbulo, es Yerma y Doña Rosita la Soltera en un maravilloso homenaje a las mujeres y a la soledad de estas, que tan bien describió Lorca.

El talento y el hacer de la Espert le permiten equivocarse, pedir perdón y empezar a recitar de nuevo sin que movamos un músculo. Pestañear se convierte en un deporte de riesgo. Perderse alguno de los matices e inflexiones es punible por ley. No voy a ser yo ahora quien descubra la maestría de una de las mejores actrices de nuestro tiempo, eso es sabido ya. Pero la mezcla de Lorca, la luz de Pascal Mérat, y una más que atinada selección de fragmentos del Romancero Gitano componen un cuadro tan bello e impresionante que merece ser paladeado más de una vez.

Esto no es un recital al uso, es teatralizar unos sonetos de belleza y significados infinitos. Es ver a una actriz cara a cara, traspasando la cuarta pared, sin artificios ni trucos. La belleza de unas palabras cobrando vida en escena. No se puede añadir más, los calificativos se quedan pobres antes tal acontecimiento. Solo vayan y déjense acariciar el corazón.

Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar y el caballo en la montaña. Con la sombra en la cintura ella sueña en su baranda, verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Verde que te quiero verde. Bajo la luna gitana…

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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