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25.09.2018 Críticas  
Repetir el patrón es historia

Arranca programación el Teatre Akadèmia. Y lo hace con un texto agitador, como ya nos tiene acostumbrados. Para abrir las puertas de una nueva temporada, presenta Sarab, una historia de tres mujeres, tres generaciones, escrita por Albert Tola y dirigida por Andrea Segura.

Conocimos a Albert Tola el año pasado, cuando hizo de asesor de dramaturgia a Marta Gilen la versión de Escenas d’un matrimoni de Bergman que también pudimos ver en el Teatre Akadèmia. Y ahora, nos trae su propio libreto donde nos cuenta tres fascinantes relatos de vidas de mujeres prácticamente desconocidas entre sí, pero que pertenecen a la misma familia: hija, madre y abuela. Sí. Desconocidas. Pero con mucho en común. Sarab nos habla del abandono, de la huida y de la persecución de la propia identidad. Pero ante todo son historias. Y para contar historias no hace falta mucho más que personas y voz.

El espacio escénico y el vestuario de Sarab está a cargo de Sebastià Brosa y Agatha Cape, respectivamente. Ambos contienen los mínimos elementos (no hay ningún cambio de vestuario ni de escenografía en toda la función) para acomodarnos en las vidas de estas tres mujeres pero darle completa atención a sus palabras; permitiéndonos así recrear en nuestra imaginación lo que estas mujeres nos están explicando.

También por ello, Tola mezcla conversaciones con ellas mismas y entre ellas pero rompe la cuarta pared y, en ocasiones, cada una mantiene una conversación con el público, consiguiendo así que podamos transportarnos de mejor manera a la vida y los sucesos que quieren compartir.

El texto que elegantemente ha dirigido Andrea Segura, nos lleva a Tánger donde vive Blanca, quien huyó de casa para irse con Juan. Pero también nos transporta a Barcelona y a Buenos Aires, donde su madre y su abuela nos cuentan sus vivencias y explican las razones de las decisiones que tomaron y que desconocen entre sí. Solo 4 símbolos las acompañan en escena todo el tiempo: tres escaleras, cada una de una época, símbolo que escenifica esas ganas de marchar, de evadirse, pero que adquirirá un fuerte significado diferente en el desenlace. Y una maleta; evidentemente, ese lugar donde llevamos todo lo que tenemos (a veces mucho, a veces poco) cuando queremos partir.

Las actrices que encarnan a esas tres mujeres nos ofrecen un exquisito ejercicio teatral. Cada una de ellas en un estilo diferente, enmarcado por su personaje, pero que embelesa al público, lo agita, lo entristece y, en ocasiones, hasta lo hace sonreír. Laia Alberch, es la hija, que llega a escena en un pijama de raso veraniego, arrastrándose en una especie de danza y quien con su expresión facial consigue exponer ese dolor interior que arrastra y su traumática vida en una interpretación excelente. Isabelle Bres en el papel de la abuela que huyó a Argentina y con camisón de tela negra, nos regala quizá la más corta de las intervenciones, pero una muy completa. Bres, que es nacida en Francia, pero que vive en Barcelona desde hace unas tres décadas, interpreta, canta y hasta baila un tango y ejecuta un acento argentino a la perfección. El personaje de una carnicera del que, gracias a Bres, te acabas enamorando. Por su dulce historia, por su pasión, por su dulce actuar. Finalmente, Elena Fortuny (quien ya nos gustó recientemente en Historias de Estambul) interpreta a la madre. Aparentemente una mujer histriónica y egocéntrica pero que nos va descubriendo nuevos matices de su personaje a medida que van pasando los minutos. Un trabajo sobresaliente el de la Fortuny, quien en bata de gasa rosa, se paseará por el escenario hablando, llorando, cantando y riendo. Un trabajo de tres actrices que mezcla lo individual pero también lo coral y que es importantísimo, igual que el texto para el éxito de Sarab.

La historia se repite una y otra vez. La infancia marca. Y todos necesitamos respuestas que nos aclaren los sucesos que hemos vivido y que nos descubran el por qué de nuestro comportamiento. Necesitamos la comunicación familiar. Sin todo eso, uno está perdido. Así entiendo yo Sarab. Y así la he disfrutado. No me cabía duda de que el Teatre Akadèmia no nos iba a defraudar un año más. Les deseamos lo mejor en esta nueva temporada y ¡gracias por seguir apoyando al teatro!

Crítica realizada por Diana Limones

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