Llevaba años Bruno Oro con la idea en la cabeza, y finalmente la ha llevado al escenario del Club Capitol de Barcelona: ¿y si no tuviéramos que morir? La elección parece evidente: nadie querría morir. Bien, pero, ¿y si todo el mundo viviera para siempre? Ese es el punto de partida de la comedia Immortal.
Tras una secuencia introductoria inicial, se suceden una serie de escenas ambientadas en entornos distintos de esa nueva sociedad inmortal: ¿cómo serían el trabajo, las relaciones personales, el deporte, el teatro o la religión si todos fuéramos inmortales? Oro se desdobla en docenas de personajes, desde un padre y su hijo hasta todos los pasajeros de un vagón de metro. La alacridad con la que ejecuta los cambios y la precisión con que aborda cada nuevo personaje son encomiables, particularmente en una función de estreno, y dice mucho del perfeccionismo y la profesionalidad del actor. Es capaz de metamorfosearse manteniendo el orden o incitando el caos, según le convenga. Domina el ritmo desde el primer momento al último.
Bruno Oro no se queda solo en el impacto del fregolismo: el texto que han escrito Marc Angelet y Alejo Levis le permite también trabajar a fondo varios de los personajes, destacando un histriónico publicista que quiere renovar el mensaje del Vaticano, una meta-versión inmortal del propio Bruno Oro que lleva decenas de miles de funciones del espectáculo al que asistimos (y que juega acercándose a recursos fáciles en los que muy inteligentemente no cae), y sobre todo “la perra de Anubis”, una diva en horas bajas que da mucho juego y que podría sostener su propio espectáculo si algún día se plantea una secuela.
El diseño de producción es sencillo pero inteligente, con un uso de proyecciones, telón y transparencias que permite fluir entre las diferentes historias y nos traslada a un futuro muy próximo. Quizás la estructura narrativa del espectáculo podría estar más articulada (el inicio y el final hacen de marco, pero no hay un viaje claro durante el transcurso de la historia): en cualquier caso, cada una de las partes funciona como un reloj, y el aplauso final al artista, absolutamente entregado. Immortal será, sin duda, uno de los títulos clave de toda la carrera de Bruno Oro.
Crítica realizada por Marcos Muñoz