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10.09.2018 Críticas  
Cinco contra uno

Un gran problema empuja a un hombre a pedir consejo a las cinco mujeres de su vida. El Teatro Reina Victoria de Madrid acoge hasta el 16 de septiembre la comedia, con toques dramáticos, Todas las Mujeres. En ella Fele Martínez es el mentiroso anfitrión de un elenco de actrices que se lucen en medio de una reflexión sobre las relaciones y los juegos de poder entre géneros.

Como si de la inolvidable película de Fellini 8½ (1963) se tratara, Nacho, el protagonista de la obra original de Mariano Barroso y Alejandro Hernández dirigida y adaptada por Daniel Veronese, se ve sitiado por una sucesión de visitas femeninas que le recomiendan enfrentarse de una vez a sí mismo. Pero ellas, al contrario que en el film del italiano, no son producto de su imaginación ni la proyección de un recuerdo del pasado con el que dialogar: son un grupo de individualidades, vestidas en rojo y negro, que forman parte de un todo común. Este todo con voz de mujer subraya las carencias, la torpeza y el manipulador encanto del único personaje masculino: un veterinario encarnado por Fele Martínez que maneja la situación con fluidez.

El esqueleto de una cabaña de madera oscura y de decoración sugerida, en un estilo a la vez moderno y rústico, es el crisol que sirve de encuentro a los personajes de Todas las mujeres. La amante (Lucía Barrado), la abogada ex novia (Nuria González), la madre (Lola Casamayor), la cuñada (Mónica Regueiro) y la psicóloga (Cristina Plazas) forman el destacado equipo de consejeras que vuelve del revés el mundo, basado en la manipulación, de su Marcello Mastroianni rural y particular. Si bien todas constituyen un equilibrado equipo, cierto es que sobresale la justa mezcla de verdad, humor y dramatismo contenido de Nuria González que arranca, tras su mutis, un aplauso entusiasta y más que merecido.

Al fondo de la escena un gran ventanal en forma de pentágono (como los cinco personajes femeninos de la obra) mantiene la imagen retro iluminada de un paisaje diurno de montana que nunca varía. Este fondo verde brillante, que en principio proporciona un contraste interesante de color, termina (debido a su estatismo) por ser solo un telón de fondo vistoso y no una solución que ayude a reflejar el paso del tiempo o el proceso interior que atraviesan los personajes. Este sería el detalle menos entendible de una escenografía efectiva, y atractiva en su sencillez, que viene acompañada de una iluminación discreta que se atenúa para subrayar cada transición siguiendo un esquema casi calcado. Dejando estas observaciones a un lado, lo cierto es que la propuesta estética de líneas limpias funciona como marco general en el que desarrollar la acción dramática.

El remate de Todas las mujeres es un final abrupto e inesperado que invita a repensar y a ahondar en el trasfondo de todo lo sucedido en escena. Hasta ese momento la platea se preguntará si el destino conseguirá poner o no a Nacho en su sitio. La obra se revela como comedia ligera de relaciones entre hombres y mujeres. O más bien entre un hombre inmaduro contra el espectro completo de la femineidad.

Crítica realizada por Raquel Loredo

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