‘No se asusten, la obra es… rara’ dice Rafael Álvarez El Brujo nada más pisar el escenario del Teatro Fígaro de Madrid arrancando las primeras risas del público. Por segunda temporada su monólogo Autobiografía de un yogui, basado en el libro homónimo de Paramahansa Yogananda, hila y enreda historias del gurú hindú con el laberíntico humor rápido de El Brujo.
Con este nuevo y espiritual personaje el actor continúa su senda de recurrir a los místicos como telón de fondo. Esta vez el yoga es la excusa y el contexto pero no exactamente el contenido. Como bien saben los conocedores del estilo personal de Rafael Álvarez, el nombre del actor se convierte en el mejor adjetivo para situar y describir sus espectáculos. Una narración que parece moverse en círculos, o casi de forma caprichosa, empieza por donde quiere y hace rocambolescas paradas técnicas en chistes, bromas relacionadas con la actualidad, anécdotas inventadas o no (qué más da) y juegos de palabras que van complicando el discurso. Llega un punto sin retorno en el que resulta casi imposible, e inútil, intentar seguirlo: entonces es cuando El Brujo ya tiene a la platea donde quería. La falta de coherencia es un instrumento con el que desplegar el encanto de sus recursos de cómico, esos mismos que empujan al espectador a acompañarlo en un viaje que no se sabe si conducirá a algún lugar.
La explosión de humor, que hace saltar lágrimas de risa a más de uno, llega al clímax cuando la apariencia de texto improvisado se adivina tan verdadera como falsa. La iluminación, el sencillo vestuario y atrezo, las proyecciones audiovisuales y la compañía musical de Javier Alejano (punteando el relato con el sonido de lo que parece un sitar) arropan este humor que tiene sus momentos para ponerse serio. Conforme avanzan los minutos van apareciendo, con menos interrupciones, fragmentos iluminados de la exitosa obra de Yogananda que el actor declama haciendo gala de su gama habitual de matices.
Por si la función consigue despertar verdadero interés en conocer las reflexiones por las que el propio Paramahansa Yogananda defendía transitar con tan solo seis años, en el vestíbulo del teatro se vende el libro original que ha inspirado esta especial adaptación. Eso es rizar el rizo del humor. Aunque, ¿a lo mejor en las páginas de Autobiografía de un yogui se despeja mejor eso de ‘qué habita detrás de la oscuridad de los ojos cerrados’? Para saberlo habrá que comprar el libro de quien trajo en yoga a Occidente… o volver a ver a El Brujo para ver si lo aclara mejor en uno de sus particulares apartes.
Crítica realizada por Raquel Loredo