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03.09.2018 Críticas  
Freddie Mercury convertido en ilusión óptica

Recrear la sensación de asistir a un concierto multitudinario de la mítica banda británica capitaneada por el desaparecido Freddie Mercury es el objetivo de Remember Queen. Hasta el 23 de septiembre el Teatro de la Luz Philips Gran Vía de Madrid exhibe este tributo / imitación centrada en un parecido físico que se apoya en exceso en sonidos pregrabados.

Anunciado como espectáculo musical, Remember Queen es realmente la reproducción completa de un concierto imitado que quiere acercarse a recuperar la puesta en escena de la Gira 1986 de Queen. El italiano Piero Venery encarna a un Mercury que entra y sale constantemente de escena para ataviarse con todo atuendo que ayude a traer el lejano reflejo (aunque de gran parecido físico) de uno de los mejores intérpretes de todos los tiempos: la chaqueta amarilla, el pantalón blanco, el ajustado mono blanco y negro, las gafas o hasta la corona y el cetro final tienen su lugar en una puesta en escena que busca refugio tanto en las luces coloristas como en las siluetas a contra luz difuminadas por el humo.

Venery está acompañado de Leonardo Giannetto en el papel de Brian May, Roberto Damicis como Roger Taylor y Julio Llorca en la piel de John Deacon. El desfile de éxitos inmortales cuenta con canciones como ‘I want to break free’, ‘The show must go on’, ‘Don’t stop me now’, ‘Another one bites the dust’, ’Somebody to love’, ‘We are the champions’… entre otras muchas de la lista interminable que Remember Queen exhibe a volumen extremo y sonido de distorsión considerable.

También hay momento para los dúos: cuanto menos, particulares imitadores de David Bowie (Guillermo Rayo), Michael Jackson (interpretado por un solo algo mejor caracterizado Frederick Henry) y (una mínimamente más digna) Monserrat Caballé (Ana Peinado) traen con descaro a la memoria del público a sus homenajeados al interpretar ‘Under pressure’, ‘There Must Be More To Life Than This’ y ‘Barcelona’, respectivamente.

La propuesta se revela inmediatamente como una reunión colectiva en la que la intención es que sea el público el que coree un repertorio que sin duda conoce al dedillo. No se consigue, o al menos no con la efusividad esperada. Lo que en un típico escenario veraniego abierto quizás podría provocar un ambiente de mayor implicación, dentro de un teatro pasa a subrayar un conjunto de carencias especialmente musicales. Pese a todo, el espectador intenta mantenerse siempre a favor.

Todo el show se basa en la búsqueda de una ilusión óptica, que no sonora, de volver a ver a Queen. La platea aplaude conformista a un recuerdo (al que intenta fotografiar divertida) y a discografía que, no habiendo apartado nunca de su día a día, recobra las ganas de recuperar de inmediato.

Crítica realizada por Raquel Loredo

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