Dentro del contexto del Grec Festival de Barcelona, encontramos en el acogedor Teatre Akadèmia, una breve y dos veces buena joya en Muda, con un texto de Pablo Messiez y una fluida traducción al catalán de Marc Artigau y dirección de Mercè Vila Godoy.
Muda sucede en un vecindario del centro de alguna ciudad y se construye con tres personajes muy diversos, dos de los cuales: un portero rodeado de un aura gris y una vecina viva y extrovertida orbitan en torno a Anna, una mujer de mirada confusa que no habla. Así, refugiados en la seguridad que el silencio de Anna les confiere, ambos van dejando madurar sus secretos más escondidos y tal vez dolorosos para poder desvelarlos cuando ya están en su punto.
Durante estos ochenta minutos de obra, poco a poco, vamos descubriendo como alguien que no puede hablar, puede llegar a explicarnos muchas cosas. No por lo que no dice, sino por lo que nos hace descubrir de nosotros mismos. Como una persona que no te está contando nada, trastoca tu mundo; porque al fin y al cabo, las mejores historias, son aquellas que duermen en algún rincón de nosotros y que necesitamos oír de nuestra voz. Por eso, en Muda, gracias a este aprendizaje inconsciente, parece que cada uno de los personajes empieza a entenderse un poco más.
Además, estos personajes llegan a estar muy perfilados, gracias a la gran interpretación del reparto. Por un lado, Maria Lanau aporta un toque agridulce de vitalidad y frescura, con momentos de matices de más profundidad. Jordi Rico, encarna al que tal vez sea el personaje más lúgubre pero a la vez lleno de ternura y desde su entorno de tristeza, sabe transmitir la idea de esperanza. Ambos, cuando interactúan con Anna, consiguen que el hablar con una persona muda llegue a ser realmente una conversación y no una retahíla de monólogos. Por último, Glòria Sirvent, que transporta su guión y sus palabras a las expresiones de su rostro, consigue, como dice su vecina, que “todo se vea en la cara”.
Por todo ello, Muda realmente vale la pena. Es una obra que te permite observar diferentes dramas comunes de la vida con una sonrisa perenne y que al acabar, entre aplausos y silbidos, te permite llegar a escuchar entre el público algunas palabras sueltas de unos y otros que, al irlas juntando, van resumiendo su esencia. «Emociones”, “reír”, “sentimientos” y yo añado: entrañable.
Crítica realizada por Ada Morelli