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07.07.2018 Críticas  
Toma zarzuela, dame zarzuela

El Teatro de la Zarzuela cierra temporada, tras los tormentosos últimos meses de huelgas, concentraciones y funciones canceladas, en pos de la cultura y en contra del irregular proceso de fusión con el Teatro Real. Esta comedia musical supone un broche de oropel para encarar este punto y seguido de teatro público de calidad.

El último Premio Valle Inclán, Alfredo Sanzol, adapta libremente el libreto de 1947 de Francisco Ramos de Castro y Joaquín Gasa. 24 horas mintiendo nos cuenta cómo Casto y Casta, arruinados propietarios de una boite, deciden encerrarse en el local a preparar una revista que les saque de la bancarrota, haciendo creer a su entorno que se encuentran haciendo las Américas. Políticos imputados, amores de juventud, vicetiples desahuciadas y timadores argentinos, protagonizan los enredos, dirigidos por Jesús Castejón y dirección musical de Carlos Aragón.

Jesús Castejón ha mamado la zarzuela, y eso se nota por el mimo con el que afronta la direccion de escena de 24 horas mintiendo, donde tanto su Casto como la Casta de Gurutze Beitia brillan en cada parlamento y nos hacen volar con su «Arrímate-maté-maté», que se convierte en el «City of Stars» cañí. Ángel Ruiz y Cecilia Solaguren (Fernando y Laura), los díscolos argentinos, tienen una química y mímica gestualidad que hacen memorables sus intervenciones, con ese «giro» que esperan de la Argentina.

Es este cuarteto Castejón-Beitia-Ruiz-Solaguren, alta comedia, y regalan unas interpretaciones que salvan este proyecto, junto con Enrique Viana, al que deberían poner una estatua en la puerta del templo del género chico. Amo Lolo es el mayordomo de la casa de Casto y Casta, y Viana se mueve como pez en el agua en este papel que arranca las carcajadas de la platea, y raro fue que no se le pidiese un bis del «Bananas del Perú». Desinhibido, desenfadado, todo ello aderezado con su constante «cara de sota», sus líneas del libreto, ya sea recitando diálogos de Bernarda Alba o Clitemnestra, son lo mejor de este proyecto musical.

El resto del elenco se pierde entre las bellas notas de la partitura de Francisco Alonso, a las órdenes de Aragón, y ni los gorgoritos de Estíbaliz Martyn ni la lucha con su tupé de Joselu López, hacen que el sector joven de la producción destaque sobre las tablas y carisma de sus compañeros.

La opulenta escenografía reproduciendo la boite y la casa, de Carmen Castañón, resta acústica al recinto, pero hace sobresaliente la ambientación. El vestuario de Ana Garay se mueve entre los años 40 y los 90 y acentúa la comicidad; Amo Lolo preguntando a los caseros si «eso» que visten no son disfraces, parece una «inside joke» del equipo artístico. La coreografía corre a cuenta de Nuria Castejón, hermana de Jesús, y la iluminación es de Eduardo Bravo.

24 horas mintiendo en el menos «Zarza» de todos los títulos del Proyecto Zarza, puesto que tanto su temática y protagonistas, rebasan la edad ‘reglamentaria’ y las dos horas, por momentos, se hacen largas, aunque los puntos bajos son compensados por las estratégicas intervenciones del Big 5 anteriormente citado.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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