El Maldà se convierte en el salón donde tendrá lugar una velada cuando menos curiosa e inesperada. Els McGregor Teatre propone con Les cigonyes venen de Tailàndia un juego en apariencia inocente y que nos someterá a un curioso ejercicio que nos mantiene entre expectantes y asombrados y que permite que nos cuestionemos antes a nosotros mismos que a los personajes.
¿Cómo reaccionaríamos nosotros en su lugar? ¿Cómo hemos reaccionado los que ya nos hemos encontrado en alguna de estas situaciones? ¿La extrapolación es exagerada o hasta qué punto es probable? ¿Dónde está el límite? No es que se trate de una obra con vocación moralizadora pero hay un punto truculento donde el desasosiego asoma. Blanca Bardagil ha escrito un texto en el que la narración invierte algunos lugares más o menos comunes. Los motivos que deberían servir de contexto se convierten en anécdotas y las excusas que podrían servir de punto de fuga centran la función.
Temáticas como la paternidad/maternidad tradicional o gestacional, altruista o extra-familiar, la precariedad laboral, el desmoronamiento ideológico cuando lo aplicamos a nuestra propia persona y algunos más parecen tergiversar la posibilidad de un desarrollo tradicional de los personajes. De la comedia más o menos situacional nos sumergiremos en un improbable thriller. La dirección de Bardagil evita cualquier acomodamiento en un único plano lineal. Aunque en algunas ocasiones no tengamos claro qué es exactamente lo que nos quiere contar y el porqué, también es cierto que la conclusión aporta algo de orientación que convierte todo lo anterior en posible. Quizá algo caprichosa pero la lectura de la pieza como el desbarajuste hormonal que supone la gestación en las condiciones que se describen no es del todo descabellada. Algo que apoyaría el espacio sonoro de Damià Duran.
Las interpretaciones de Laura Riera, Boris Cartes, Lara Correa y Xavier Alomà se prestan al juego sin ningún tipo de constricción ni freno. La moderación no es una posibilidad. Sus reacciones son tan desconcertantes como divertidas. En conjunto (y lo mismo sucede con la pieza) convencen más en los momentos de thriller y en los cómicos, ofreciendo algunos momentos delirantes. La energía y entrega de todos ellos está fuera de toda duda. El espacio escénico de Anna Tantull sitúa la acción en un ambiente de cotidianidad que contrasta con el desarrollo genérico de la propuesta, así como el vestuario de Marina Prats.
Finalmente, Les cigonyes venen de Tailàndia nos sitúa en un terreno extraño y poco complaciente donde el batiburrillo aparente de ideas, formatos y situaciones acaba por cerrarse de un modo satisfactorio y convierte lo inverosímil en probable. Un juego en el que posiblemente el espectador se sienta incómodo y en el que los personajes puedan llegarnos a producir rechazo en algún momento pero que debemos observar y escuchar como un participante más de este role play tan a contracorriente que tiene lugar ante nuestros asombrados e incluso incrédulos ojos.
Crítica realizada por Fernando Solla