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27.05.2018 Críticas  
Tomar partido

La Sala Beckett retoma una pieza que ya pudimos ver en la sede de Gràcia en 2014. El pes del plom nos sitúa de pleno y de manera transversal en el contexto de la industria armamentística a través de un formato a medio camino entre el debate social, el thriller y una especie de aureola poética que surge en los momentos más insospechados.

Aleix Fauró e Isis Martín firman la autoría y dirección de la obra. Su exposición y dramatización de los datos recopilados es prácticamente un ejercicio periodístico, que no una obra sobre periodismo. Suplen la falta de implicación y de profundización de muchos de los medios de comunicación de masas de un modo que nos parece admirable. Temas en forma de itinerario muy bien enfocados a partir de la elección de los personajes y sus oficios o actividades (información, financiación, distribución y tenencia). Una visibilización global que nos ilustra sobre la fabricación, la tecnología, la militarización, la investigación y el desarrollo, el marco legal, el ilegal… El posicionamiento y la responsabilidad se mostrará a través de la fuerza de la palabra en algunos momentos y en otros de las armas. La posesión del poder con respecto a los demás será bidireccional en el caso de todos los personajes de un modo u otro.

La cuestión de género está incluida con acierto, así como su utilización e intención de adquisición por parte del poder dominante. La escena inicial en forma de entrevista está muy bien construida e interpretada tanto por Marina Fita como por Jose Pérez Ocaña. Quizá sorprende ese giro poético cuando la acción se tensa al límite. Incluso desconcierta en algunos momentos hasta que caemos en la cuenta de que lo que se pretende es la humanización de todos los personajes más allá de sus acciones. No la disculpa y sí el cuestionamiento. Patrícia Bargalló se desdobla en dos mujeres opuestas y las humaniza en igual medida. Dentro de un reparto muy alineado con esta línea entre realista y poética destacamos la fuerza dramática, vigor y energía de Isak Férriz que nos lleva al límite de las situaciones y las emociones al mismo tiempo que a su personaje. Muy buen enfoque y adecuación para los dos papeles que interpreta.

El espacio escénico y vídeo de Ian Gehlhaar resulta muy representativo de esta mezcla de naturalezas y la inclusión de distintos materiales y soportes se combina de un modo que resulta tan ilustrativo de la propuesta como estéticamente atractivo y multifuncional. Nos transporte de un lugar a otro de una manera tan pronto contextualizadora como evocadora y paisajística al mismo tiempo. El hallazgo de la bañera repleta de balas en lugar de agua nos parece especialmente destacable, así como el de las cajas armamentísticas que son también tablero y pantalla. El espacio sonoro de Cesc X. Mor también construye este universo mutable en función de las necesidades de las escenas y de los personajes, así como el movimiento de Mar Medina. El vestuario de Mireia Farré promueve, con los mínimos cambios, la transición de un personaje a otro para cada intérprete.

Finalmente, El pes del plom se convierte en una obra que construye a unos personajes humanos que van mucho más allá de la que se supone que podría ser su función dentro del relato. Destacando la documentación y su presentación dramatúrgica y el buen pulso para el thriller escénico, compartimos la necesidad de cuestionarse tanto los temas como los subtemas que nos plantean todos los implicados en la propuesta.

Crítica realizada por Fernando Solla

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