La Seca Espai Brossa ha establecido una muy fructífera colaboración con la Sala La Planeta y la acogida de los dos primeros espectáculos del Cicle de Teatre Verbatim. No m’oblideu mai sorprende por su adecuación al género teatral al que se circunscribe y por su valentía y sensibilidad para afrontar y transmitir un tema tan delicado, sin miedo, y con el mayor de los respetos.
Hay un trabajo muy importante de Llàtzer Garcia tanto en la dramaturgia como en la dirección de No m’oblideu mai. Llevar la realidad a los escenarios es una intención más que loable en un momento en el que la vida virtual parece anteponerse a cualquier otro modelo. Si por algo destaca el trabajo de Garcia es porque no se conforma ni con la credibilidad de contar con testimonios reales ni con la propia naturaleza oral o el formato entrevista del género. Lo que consigue el dramaturgo es la verosimilitud escénica más absoluta usando una fórmula mixta y potenciando la convivencia del texto con la música de percusión en directo. Suponemos que ha habido una elección y sí que es evidente que ha hilvanado y combinado los testimonios. El texto dramático que surge de su lectura de la realidad es impresionante.
Valiente, por supuesto. Sin complejos y con una capacidad para sumergirse (y a nosotros con él) en el material trabajado y (re)construido evidente. Y, a la vez, mostrando un distanciamiento crítico que consigue iniciar un diálogo e implicarnos en él. Dando voz y posibilidad de hablar sin tapujos a los verdaderos protagonistas de la propuesta. En una temporada en la que nos ha obsequiado con su sensacional “Els nens desagraïts” y su imponente co-versión de “Sopa de pollastre amb ordi”, la sensibilidad y pulso dramático de No m’oblideu mai lo sitúa en un lugar no sólo importante sino necesario de la dramaturgia contemporánea. Como espectador, resulta muy emocionante acompañarlo en primera persona, temporada tras temporada y título a título, en su recorrido como autor y director.
Todo esto se ha traslado a la labor con los intérpretes. Tanto el trabajo de Elies Barberà como de Marta Montiel es impresionante. Ellos se convierten en los protagonistas y testimonios que nos explican qué les llevó a intentar suicidarse de niños o adolescentes. Resulta increíble la interiorización de un texto tan duro y complejo. Ambos consiguen mostrarnos tanto los factores externos como también (y más difícil) los internos. Cada uno a su manera, naturalizan los distintos acentos manteniendo unos gestos o ademanes específicos y sutiles. Lo que llegan a transmitir con la mirada estos dos artistas es inconmensurable. De un modo que consiguen un efecto psicosomático en el público. Siendo fieles a los testimonios y a la vez tocando las teclas necesarias para que nuestra implicación sea totalmente activa y en primera persona y añadamos nuestra experiencia personal. Hay un diálogo silente en forma de intercambio cuando las miradas de Barberà y Montiel se cruzan con la nuestra. Impresionante transmisión. La elección de la batería como instrumento es muy ilustrativa. Se podría pensar que la música es un adorno que puede romper con el formato Verbatim. Para nada. Percusión es sacudida, es choque y tañido. Un golpe. Y así lo entiende e interpreta Edu Vásquez en lo que se convierte en una colaboración inestimable.
La puesta en escena nos implica desde que entramos en la sala. No vamos a desvelar ningún detalle, pero de algún modo, el diálogo se convierte en una suerte de debate interno. Una interpelación implícita pero totalmente presente. Una reunión en la que gran labor de los intérpretes nos sitúa al mismo nivel. Ya no sólo se consigue la empatía sino la implicación y el compartimiento de la experiencia. Con los mínimos recursos y con la situación de los intérpretes se consigue todo esto. No seremos jueces sino oyentes y el proceso será completo hasta situarnos como iguales. El diseño de sonido es excepcional, especialmente cuando la música convive con la palabra y se naturaliza que el testimonio se combine con la percusión y nos llegue microfonado. De este modo, se consigue también que la fuerza de la aproximación teatral a partir de la palabra hacia el género documental supere incluso a la potencia de las imágenes en la cinematográfica.
Finalmente, y tras todo lo expuesto hasta aquí, no nos queda más que celebrar la presencia de No m’oblideu mai en nuestra cartelera. Un espectáculo excelente que, una vez más, sabe cómo plantear una temática sin tapujos ni complejos y ya no evidenciarla sino naturalizarla como una circunstancia presente en nuestra sociedad. Por si todo esto fuera poco, asienta un precedente dentro del Verbatim. Cómo aproximarse tanto al formato como al tema elegido consiguiendo un resultado relevante y de una calidad superior. Un gran trabajo donde queda clarísimo el qué, el cómo y el porqué. Impresionante e importante.
Crítica realizada por Fernando Solla