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22.05.2018 Críticas  
Getting to know J.R.B.

¡Por fin una puesta en escena completa de Aquests cinc anys de Jason Robert Brown! El Maldà se convierte una vez más en un espacio donde los sueños se cumplen y para muestra un botón. Anna Herebia y Marc Flynn se transforman en Cathy y Jamie bajo una muy cuidada dirección de Marc Vilavella. Una propuesta que tiene en cuenta hasta el mínimo detalle.

A partir de la adaptación de Daniel Anglès y Joan Vázquez conoceremos y reconoceremos a esta pareja. Es especialmente importante en este musical que las letras de las canciones describan el estado de cada uno de los dos personajes en cada momento y que las dos líneas temporales se intuyan progresivamente y sin artificios. Unas letras cargadas de significado y que anticipan de algún modo el recorrido de ambos provocando un impactante y emotivo contraste entre el contenido y la estructura narrativa. El trabajo en ese sentido capta al original muy satisfactoriamente.

La dirección musical de Gustavo Llull realiza un trabajo delicado y mantiene la esencia de la partitura de Brown optando por la elección de un piano y un violín a cuatro manos, en nuestra función las de Gerard Alonso y Laura Marín, que nos llevan por el abanico de estilos y géneros musicales con las que el compositor y autor explicó esta historia. Su historia. Folk, rock, jazz, clásica, latina, pop… Incluso se han mantenido los apuntes klezmer. Los matices autobiográficos son relevantes en esta pieza, también en la música, y que todos los ingredientes tengan su espacio nos parece un detalle muy a tener en cuenta. Todo está muy bien ejecutado y los instrumentos conviven muy felizmente con los intérpretes. Excelente resolución e inclusión de los músicos dentro de la historia en las escenas en las que ésta así lo requiere.

Es muy emocionante contemplar dos interpretaciones como las de Anna Herebia y Marc Flynn. Tanto como ver a dos compañeros que se compenetran tan bien en escena. Y casi tanto como ver a dos intérpretes que se enfrentan a autores y obras referenciales y de tal magnitud con una entrega e ilusión tan grandes como aquí sucede. No se limitan a mostrar la verosimilitud entre la edad que puedan tener y la correlación con la de sus personajes y nos (de)muestran el paso del tiempo implementándolo en su interpretación a través de un recorrido dramático muy bien llevado. Registros interpretativos y vocales adecuados a los personajes y no al revés con los que dan en el clavo. La intensidad dramática de ella en sentido inverso a la de él y un precioso punto de encuentro entre ambos. Los dos saben mostrarse a través de los ojos del otro cuando corresponde y en primera persona cuando toca, algo muy complicado de medir y que aquí se consigue de un modo que parece totalmente espontáneo.

Ambos han sabido transmitir también el movimiento coreografiado de Tatiana Monells e incorporarlo en sus interpretaciones. Sutil y muy bien hallado para reforzar la doble temporalidad. Lo mismo sucede con el uso del espacio y con todos los elementos y objetos de utilería. Además del trabajo con los actores, destacamos la decisión de Vilavella de no trasladar geográficamente la acción de la pieza. Salvo un guiño muy bien introducido se mantiene el tiempo y el lugar (ojo al diseño del cartel de Fran Granada). El diseño de luces de Dani Gener sabe propiciar la intimidad necesaria y marca muy bien lo que sucede en interiores y exteriores y, especialmente, el trabajo de Jordi Bulbena con la escenografía y el vestuario será otra de las señas de identidad de esta puesta en escena.

De nuevo, la posibilidad de entradas y salidas que ofrece El Maldà se aprovecha hasta conseguir una perspectiva y un dinamismo que nos ha entusiasmado. Herebia y Flynn se mueven (y mueven) a las mil maravillas todos los elementos incorporándolos a cada escena y momento musical. Brillante “The Schmuel Song” (casi teatro de objetos) y el uso de esa maravillosa puerta que abre los espectáculos al exterior. Brutal el efecto en “Still Hurting” (y, ¡qué bien lo utiliza Herebia!) y en “Goodbye Until Tomorrow / I Could Never Rescue You”, donde ambos intérpretes cierran y empiezan (y viceversa) el recorrido de ambos personajes. Y mención especial para el detalle del reloj de arena y el jersey que viste Cathy en el número inicial que descubriremos de nuevo más adelante, clave tanto para el argumento y los personajes como para marcar el punto de vista narrativo. La delicadeza no parece tener límites y detalles como este nos encandilan a la vez que aportan y suman a la ya peculiar forma de storytelling de la pieza. Un brillante trabajo en el que nos parece reconocer a Jason Robert Brown o por lo menos a la imagen de él que nos hemos ido construyendo musical a musical.

Finalmente, decíamos que los sueños se cumplen. No es la primera vez que suenan las canciones de Robert Brown en El Maldà. Dos propuestas muy distintas y francamente recomendables como “Balla amb mi” y Aquests cinc anys y la demostración, puesta tras puesta, de que no hay limitación de espacio cuando la imaginación toma las riendas de la casa mantienen la llama encendida de una ilusión del que esto escribe… ¿Quién se atreve con “The Bridges of Madison County”?

Crítica realizada por Fernando Solla

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