La compañía madrileña Venezia Teatro retoma su primer montaje, La Hostería de la Posta, y lo rebautiza con el nombre de su protagonista femenina, Beatrice. Retomar este texto es un acierto que permite descubrir en el Teatro Galileo un montaje que divierte sobremanera y que deja un curioso sabor agridulce.
José Gómez-Friha, al frente de Venezia Teatro se ha convertido ya en un indispensable de la cartelera madrileña. La compañía ha crecido y ya tiene un sello definido y un talento natural para la comedia. Con unos montajes desenfadados, de alta comedia, con repartos acertadísimos que destilan tino para el fino humor. Memorables fueron sus Desvaríos del Veraneo en el que las carcajadas impedían oír a los actores. Ahora resucitan esta Hostería de Posta, del mismo autor italiano de los Desvaríos, Carlo Goldoni.
Beatrice es la hija del Conde de Ripalunga, se halla de viaje con su padre, camino de contraer nupcias con un hombre al que no conoce. Ese hombre resulta ser el Marqués Leonardo, que impaciente por conocer el aspecto de su futura esposa emprende viaje hacia ella. La casualidad querrá que todos se encuentren en la Hostería de la Posta. El enredo está servido, pues al encontrarse fortuitamente ninguno querrá desvelar su verdadera identidad. El padre de Beatrice, el compañero de viaje del Marqués y un apasionado pretendiente de Beatrice aliñaran el divertido enredo.
Los repartos que elige Venezia Teatro son siempre garantía. Aquí tenemos a Marta Matute como Beatrice. Marta lo borda de principio a fin, la confusión y el enredo se reflejan en todo su gesto. El Marqués Leornardo es un apasionado y divertidísimo Rubén De Eguía. Siendo la primera vez que veo a Rubén en teatro desde la dramática y dura El Principio de Arquímedes, es todo un descubrimiento en un registro de comedia y desenfado. Les acompañan Juanma Navas, Pablo Sevilla, David Alonso y Andrés Requejo. Todos fantásticos.
Todo el conjunto funciona como un reloj, escenografía casi inexistente, apenas unas sillas. Vestuario de época, elegante. Un texto ágil y divertido, guiños al público y un desenlace que congela la sonrisa. Un portazo helador, donde la comedia se congela.
Es cierto que sin llegar a la explosión de risas que provocaban otros montajes de Venezia Teatro, esta rebautizada Hostería de la Posta es de las que se disfruta con constante sonrisa dibujada, se espera que el enredo se complique y complique. Se disfruta viendo el flechazo amoroso. Lenguaje en código amable y sobretodo muy buen humor. A pesar de que el final es un grito de libertad duro y necesario, que da que pensar, Beatrice no deja de ser una de esas excelentes comedias que tanto agrada ver en un escenario. Se agradece la honestidad de todo el conjunto.
Crítica realizada por Moisés C. Alabau