El Teatre Tantarantana acoge la nueva producción de la compañía Casa Real. Dante 56. Pell i ciment propone una aproximación a través de la ficción hacia unos sucesos que preferimos arrinconar u obviar en muchas ocasiones. El mirar hacia otro lado ya no tiene cabida cuando se trata de descubrir quiénes somos o fuimos y nuestro porqué en el aquí y ahora más inmediatos.
La dramaturgia y dirección de Raquel Loscos y Salvador S. Sánchez se revelan como un muy buen trabajo de adaptación y aproximación hacia el material de referencia. También demuestran valentía y riesgo al montar el artefacto dramatúrgico completo con el foco muy bien direccionado y fijo sobre la problemática de raíz hacia la que quieren apuntar y cortar. Secretos y silencios que dejaran de serlo a medida que avanza la función y que servirán también para dotar de profundidad y construir a unos personajes muy potentes sin deshumanizarlos. Más bien todo lo contrario. No tanto una expiación como una evidencia de que la memoria no se puede puede encerrar ni en cuerpo humano ni en un edificio porque, de lo contrario, ambos se pudren.
Quizá mientras dura la representación las referencias a Lewis Carroll y al personaje de Alicia pueden despistar un poco. Pero a poco que recordemos algunos detalles de la vida del autor veremos que adolecía de artritis y que por eso se medicaba con potentes analgésicos. Esto entroncaría con un paralelismo que se establece en la obra entre los cuerpos y los edificios. Siguiendo en esta línea, que el personaje del amigo masculino sea fotógrafo y la relación que establece con la protagonista convierten a Dante 56. Pell i ciment en una aproximación contemporánea al personaje y a la figura del autor que, por lo menos para un servidor, se convierte en algo muy bien tramado y escalofriante.
Los intérpretes juegan muy bien con las directrices y con los dos tiempos que conviven en un mismo plano escénico. Los tres saben mudar de registro en función de la temporalidad y su situación en cada momento sin por ello renunciar a las características y detalles que van aportando mientras avanza la representación. De Anna Tamayo destacamos la vehemencia y urgencia que sabe imprimirle a su personaje. De Sara Sansuan la no victimización del suyo ni la culpabilización más inclemente en la que se podría haber caído. Albert Riballo quizá defiende al más complicado de auxiliar. Un trabajo complicado y muy bien llevado que consigue que lo comprendamos aunque no podamos defenderlo. Los tres muestran a sus personajes de un modo totalmente humano, independiente de su comportamiento. Ya se encarga el texto de denunciar la prescripción legal o jurídica de algunas situaciones. Es difícil elegir un término u otro estos días, ya sabéis.
El espacio escénico de Daniel Ruiz funciona y aprovecha las posibilidades de la sala. Sobre las paredes recaerá parte del protagonismo y se convertirán en alegoría de los cuerpos que allí habitan. La sensación inmersiva que esto produce es muy destacable y sirve para connotar ese paralelismo entre los cuerpos heridos y los edificios deteriorados tan presente en la dramaturgia. A su lado, el mapping de Gina López e Íngrid Espín sigue en esa misma línea y multidimensiona siempre aportando contenido y significación antes que espectacularidad gratuita. Los efectos sobre el tul, así como su confección (obra de Marina Prats) amplifican el juego de entradas y salidas entre el hogar y el edificio deshabitado, propiciando la escenificación del presente y los recuerdos en una muy feliz convivencia. El ADN como sinónimo del material arquitectónico del que estamos hechos los humanos e, incluso, viceversa.
Finalmente, mención para la la iluminación (también de Espín) y el espacio sonoro de Erol Ileri. Un trabajo muy elaborado que nunca empaña el protagonismo de lo que se quiere explicar y que, progresivamente, ayuda a desvelar el verdadero quid de la cuestión. Una dosificación de la información que juega a favor de la historia y que ayuda a dar forma dramática a unos sucesos que siempre deberían ser revelados. Herramientas y metodologías de aprendiza de hechura teatral.
Crítica realizada por Fernando Solla