Un espectáculo a contracorriente a partir un autor todavía más displicente ante cualquier tipo de convencionalismo estético y que participó de la mayoría de géneros literarios. Per acabar amb el judici de Déu llega a La Seca Espai Brossa de la mano de Teatre Kaddish. Una iniciativa de radio-danza que todavía a día de hoy supone un reto tanto para los intérpretes como para el público.
Hablar de Artaud es hablar de un dramaturgo, poeta, ensayista, actor y director escénico que en 1946 vio cómo el director de la radio nacional francesa prohibía la emisión de su texto por su infecciosa radicalidad. Creador del teatro de la crueldad y, por tanto, precursor y maestro de Peter Weiss, David Mamet, Fernando Arrabal, Harold Pinter o Martin McDonagh. Colaborador hace casi un siglo de un cineasta tan influyente a nivel europeo como el danés Carl Theodor Dreyer. Es curioso comprobar cómo en un momento en el que el poder dominante intelectual ya ha abrazado y celebrado el estilo de todos estos autores todavía nos quedamos en bragas ante la crudeza del francés.
¿Qué pasa con Artaud? El autor escribió este texto unos 10 años después de su viaje al país de los tarahumaras (noroeste de México). Allí se habla una lengua que sigue transmitiéndose de padres a hijos. Recibió el encargo de escribir su texto para formar parte de un ciclo llamado La voz de los poetas. Él mismo se ocupó de grabar música utilizando instrumentos como el gong, el tambor o el xilófono y mezclándolos con gritos de diversa índole. Una confrontación entre sociedades. La nuestra, de la que Artaud denuncia una actitud adocenada y la suya, donde el comportamiento instintivo de sus habitantes los acerca al lado más salvaje del ser humano, donde pus, sangre y efluvios varios prevalecen asimilando rituales sociales y sexuales.
La versión catalana del texto es muy fiel a la naturaleza original y los implicados en la propuesta pretenden establecer una relación a priori improbable entre la radio y la danza. La imposibilidad de transmitir las hediondeces del cuerpo a través de las ondas se convierte en una actividad más o menos tangible, ya que lo que veremos en escena se graba para ser retransmitido en distintas radios públicas. El público decidirá si el material es válido y adecuado o no. En este sentido, el trabajo de Melcior Casals, Martí Castellarnau y Marina Mora se entrega sin reservas a los requerimientos de la propuesta. El trabajo corporal es extenuante incluso para el espectador. Esos movimientos imposibles ejecutados a la vez que unas inflexiones vocales no menos complicadas les sumergen en un estado diríamos que cercano al trance. Una perversión del lenguaje y el cuerpo a la que estamos invitados a participar.
Finalmente, lo que podemos ver en La Seca Espai Brossa es una aproximación (im)posible hacia un texto que nos sobrepasa en muchos momentos y que, precisamente por eso, debe ser compartido y abordado. No es hermético sino de una profundidad cercana al exorcismo de cualquier acomodamiento en la aproximación (y recepción). A través de las ondas o en un espacio escénico, es bastante inquietante constatar que 60 años después de la muerte de Artaud todavía nos cuestionamos su validez y valor como uno de las máximos y más explosivos defensores de un arte absoluto y total.
Crítica realizada por Fernando Solla