En la Sala Muntaner encontramos una de las grandes sorpresas que nos depara la cartelera ahora mismo. Mala Broma supera cualquier barrera de incorrección política que le podamos presuponer para ofrecer un texto en el que intención y formato se funden en una lucha encarnizada de la que ni personajes ni espectadores salimos indemnes.
¿Cuándo la broma deja de serlo y en qué momento, si es que lo hay, se debe parar? Quizá se podría resumir el tema o idea central de la pieza en esta pregunta. Jordi Casanovas ha conseguido un texto en el que, entre el planteamiento inicial y el desenlace, encontramos un desarrollo que es un verdadero torbellino ideológico, emocional y moral. Sin una voluntad de adoctrinamiento evidente, el conflicto nos sacude y nos atrapa de un modo muy similar al que viven los protagonistas. La dirección de Marc Angelet ha sabido dar con el tono y el ritmo que el texto requiere y lo ha trasladado a todo el equipo artístico hasta conseguir una función real y completamente incendiaria y subversiva.
Casanovas consigue darle la vuelta a todos los elementos vehiculadores del relato. Narrativos, formales y genéricos. De la comedia situacional al thriller, pasando por la sátira mas escarnecedora y con tintes trágicos. Un verdadero y salvaje estudio sociológico. Más que salvaje, amoral. Hay un trabajo muy coherente, valiente y arriesgado en este sentido y es que el autor consigue situarse al mismo nivel de exposición ideológica que los personajes. También que los actores. No es casual que los intérpretes conserven su nombre real. Este sería un matiz metateatral sutil pero muy a tener en cuenta. ¿Está el teatro por encima de los contenidos y las ideas que promueve? No olvidemos que todo el embrollo comienza con la “puesta en escena” de una broma.
Encontrar el tono adecuado para las interpretaciones era una de las dificultades de la función y, en este apartado, hay que decir que se ha dado en el clavo. Angelet realiza un trabajo excelente con ellos. Los tres saben como hacer llegar el texto y transmitir toda la crispación de las situaciones, así como introducir tanto las pistas como los puntos de fuga siempre que sea necesario. No se achantan y se lanzan a la piscina, incluso en los momentos más macabros. Registros distintos a los que les conocemos para situaciones poco convencionales en nuestros escenarios. Òscar Muñoz mantiene un pulso con su creación y la lleva hasta las últimas consecuencias con una progresión muy remarcable. Anna Sahun aparece en escena en un punto en el que ya nos habíamos imaginado a su personaje a partir de la descripción de sus compañeros y sabe como superar ese estado inicial hasta entregarse por completo al su suplicio individual.
Ernest Villegas realiza una interpretación espectacular. Probablemente una de sus mejores. Capta y absorbe cada detalle de la escritura para integrarlo en su creación a través de la actitud, los gestos, los tics nerviosos… Todo suma y consigue transmitirnos tanto el estado anímico de su personaje como hacernos participar del juego de un modo empático y arrollador. Tan engatusador como opresivo. Incluso doloroso. Sin caer en el exhibicionismo gratuito, se crece escena a escena a la vez mantiene una coherencia con lo mostrador anteriormente que nos deja clavados en la butaca.
Casanovas ha construido a tres personajes con mucho recorrido y que no son clichés por mucho que lo puedan parecer en un principio. Hay un gran juego con los roles prototípicos. Por supuesto que utiliza sus reacciones ante las distintas situaciones para hacer avanzar al experimento, pero hay una evolución muy clara y, si analizamos su desarrollo escena a escena, veremos una línea de comportamiento precursora e indicadora de su actitud final. También ha acertado en no circunscribir el asunto en un contexto de diferencia de clases, aunque ese complejo también aparecerá. La elección de las profesiones tampoco es casual. Humorista, médico, periodista… Tres ámbitos en los que la deontología debería por lo menos tenerse en cuenta. ¿0 no? La escenografía de Sergi Corbera juega a ubicarnos en un contexto de comedia de situación que todos podamos reconocer para que, progresivamente, el contraste descrito más arriba nos sorprenda y trastorne.
Finalmente, Mala Broma contiene señas identificables y comunes al estilo de Casanovas a las que Angelet consigue imprimir su punto de vista para obsequiarnos con una auténtica bomba de relojería teatral. Un autor que avanza a pasos agigantados y se sitúa de nuevo en primera línea de la dramaturgia contemporánea y, ciertamente, universal.
Crítica realizada por Fernando Solla