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04.04.2018 Críticas  
This is… ¿ME?

La Sala Flyhard da un paso más en su protectorado del teatro contemporáneo catalán con A.K.A. (also known as). Por la calidad del texto y su inapelable mirada hacia una realidad evocada desde un punto de vista diferente y por la culminación de un estilo propio del autor y la importancia del espacio escénico dentro de la propuesta, nos encontramos ante una pieza muy relevante.

Hay una característica muy significativa del texto de Meyer que, además, entronca directamente con sus anteriores trabajos, especialmente con “Abans”. Una seña de identidad que lo distingue como autor y que ha ido desarrollando pieza a pieza. Sin duda nos referimos a la gestión de la persuasión y al impacto del discurso a través del desarrollo narrativo de la ficción. Algo que nos hace caer en la cuenta de una realidad social que existe fuera del marco de la representación. De alguna manera, a través de la creación de personajes robustos, con cuerpo y con una musculatura dramática hercúlea, modificamos nuestra mirada y nos fijamos en los seres anónimos que comparten esa misma situación en nuestro mapa urbano inmediatamente colindante a los espacios teatrales donde se representan sus obras.

Esto es algo muy importante que, en esta ocasión, se ha condensado incluso hasta en la elección del título. A.K.A. (also known as) se traduce como “también conocido por o como” aunque es un término que empezaron a utilizar los cuerpos policiales. En música, también para nombrar al rapero por su apodo. En otro contexto esto podría ser un detalle sin importancia, pero en esta obra se convierte en algo capital para plasmar su intención y dota de una doble identidad al personaje. La que él mismo nos irá descubriendo (con fuerte apoyo de la banda sonora) y la que se le asumirá desde el exterior a través de conjeturas raciales basadas en el prejuicio y el lugar común al que nos suele llevar nuestra ignorancia. La elección del formato unipersonal (decir monólogo aquí sería injusto y reduccionista) es todo un hallazgo de cara a lo que se quiere contar, ya que los giros argumentales y dramáticos se mostrarán a partir de la mirada y la experiencia en primera persona del protagonista. Algo tan sorpresivo e impactante como, sin embargo, verosímil. Las hostias serán compartidas y dolorosas pero también una llamada de atención muy efectiva que nos hace abrir los ojos, como decíamos, mucho más allá. Sin panfletos y siempre a través del discurso ficticio utilizado por el autor.

Persecución y música. Otra seña de identidad de la pieza y, por tanto, del personaje. También el vestuario, que nos ayuda a entrar de lleno en contexto. La cultura urban y skate está perfectamente reflejada. Más de una decena de títulos entre los que predominan el rap, el hip hop y la electrónica indie de artistas y grupos como Kendrick Lamar, Cypress Hill, Crystal Fighters, Avicii o Brock Ansiolitiko, entre otros. Una selección impresionante que no se queda en adorno puesto que desarrollarán y explicarán la manera de entender, concebir y percibir el mundo del protagonista. También una inmersión lingüística y cultural profunda y muy esclarecedora. Algo que permite que entremos y vivamos lo que sucede con la misma intensidad, tanto si somos afines o estamos familiarizados como si no.

La interpretación de Albert Salazar es excelente. El trabajo físico que realiza el actor parece no conocer el significado de la palabra extenuación. Su naturalización del vocabulario prescrito en el texto a nivel conversación es extraordinaria. El dominio del tiempo y el ritmo y la evocación de todo y todos los que intervienen en el argumento a través de lo que dice y lo que escucha (¡qué gran uso de los silencios!) no se queda atrás. Lo mismo con la posesión del espacio escénico. La actitud que muestra (también a través de la coreografía de Guille Vidal) y la impaciencia y profundidad que transmite y confiere con su mirada nos harán compartir todo el recorrido y aprendizaje vital del protagonista. Su interacción e integración con y del público son tan espontáneas como capaces de lograr una especie de retroalimentación inaudible pero constante. Un trabajo que nos lleva de la comicidad más relajada a la opresión más asfixiante en cuestión de segundos. Conmovedor y con talento suficiente para evitar el encasillamiento en ningún recurso concreto y a la vez utilizando todos los posibles sin perder nunca el foco y aportando siempre al personaje.

Montse Rodríguez Clusella ha hecho de bisagra entre texto e intérprete con rotunda puntería. También entre todos las disciplinas que intervienen. El uso que se hace de la escenografía de Anna Tantull es muy acertado. Un espacio prácticamente vacío que incluso es capaz de integrar los dos bloques de butacas en la representación y utilizarlos para cambiar la localización de las escenas, especialmente a exteriores o fuera de la habitación del protagonista. Un lugar para que el intérprete pueda moverse a sus anchas, ya sea con el monopatín o ejecutando las coreografías y que en combinación con el diseño de iluminación y espacio sonoro de Xavi Gardés se mostrará amplio y aireado o cerrado y angustioso e irrespirable, dependiendo de las necesidades de la función.

Finalmente, A.K.A. (also known as) destaca también por la creación y desarrollo de todo un abanico de personajes de los que nos podremos crear una imagen más que clara gracias a la descripción que hace el protagonista de ellos y de las situaciones compartidas. Otra muestra más de la magnífica alineación entre autor, directora e intérprete, que consiguen mostrarnos todas las capas de una propuesta que destaca por su gran aportación de significado y significante. Impecable.

Crítica realizada por Fernando Solla

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