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28.03.2018 Críticas  
Delirante y compulsiva reunión

Estamos de enhorabuena. La visita de la compañía Sutottos al Off La Villarroel se salda como una de las sorpresas de la temporada. Inestable es un espectáculo que surca a través de lo anímico y lo subjetivo e irracional de nuestro pensamiento para ofrecernos una pieza jocosa y que, sin embargo, no escapa a la profundización aprensiva de nuestros miedos.

Lo mejor de Inestable es que hay que disfrutarlo para poder discernir y explicar la calidad de la experiencia. Lo que sí que podemos decir es que nos encontramos ante dos creadores de excepción. Andrés Caminos y Gadiel Sztryk firman la dramaturgia, la dirección y la interpretación. Y la verdad es que saltan chispas desde su aparición en escena. De un modo que resulta totalmente desternillante para el público son una muy certera encarnación de los distintos miedos y fobias que nos invaden a los seres humanos llegado el momento de relacionarnos los unos con los otros y de afrontar situaciones determinadas de nuestra vida cotidiana.

Da igual que sea una mancha de humedad en la pared o una llamada telefónica, que Caminos y Sztryk darán rienda suelta a sus fobias y manías. Una interpretación excelente en la que la técnica y la complicidad entre ambos nunca se dan por hecho y se trabajan hasta el más mínimo detalle de expresión. La hipérbole explotada hasta las últimas consecuencias. El trabajo corporal de ambos es tremendo y su prosodia y articulación vocal excepcional. Todo lo desbocada y fuera de control que se quiera pero intensa y divertidísima. Incluso tienen tiempo para, a pesar de ir muy alineados para llevar la función a buen puerto, mostrar algunas peculiaridades de cada uno. Caminos realiza una composición en que predomina lo físico. Sztryk nos deja clavados con su mirada de esfinge, profundísima y capaz de transformarnos en obeliscos. Una interpretación que a ellos les lleva hasta la extenuación y que a nosotros nos regala una velada gloriosa.

El diseño de vestuario de Analía Cristina Morales viste con prendas similares a los dos protagonistas y los acerca a la mejor tradición de parejas cómicas. Las piezas podrían ser estas u otras pero sobre los dos actores consiguen una caracterización muy especial. Quizá desbarre en este punto, pero a un servidor le pareció descubrir ahí cierta aproximación a los años 60 y 70. A nivel estético esto es algo que se adapta muy bien a los gustos de hoy. Pero es que a nivel de contenidos y contexto, no podemos olvidar los momentos de radicalización política, el golpe de 1976 y el terrorismo de estado. Los que vivieron la infancia entonces, quién sabe. Notas escalofriantes que para nada se nombrarán en Inestable pero que si las tenemos en cuenta multidimensionan las resonancias de la obra.

La escenografía y el diseño de iluminación de Fernando Dopazo visten muy bien a la propuesta. Un espacio diminuto ocupado por objetos que sirven para que los protagonistas puedan interactuar y explicarnos esos temores innatos y connaturales. La focalización más abierta o cerrada según las necesidades del momento y situación saben mantener la cercanía con el público y a la vez dotar del aire suficiente para que todo suceda con el ritmo adecuado. Una iluminación que, además, amplifica e invoca la carga alegórica de estos miedos y sus raíces.

Finalmente, celebramos de nuevo la visita de Sutottos y la presencia de Inestable en nuestra cartelera. Sin duda, un estilo de interpretación que nos gustaría ver más a menudo y una compañía a la que seguir muy de cerca. Por la aproximación al tema elegido y por la implicación transversal de los inventores de la pieza, que nos ofrecen un producto de nueva creación que no tiene desperdicio.

Crítica realizada por Fernando Solla

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