La confluencia de la magia poética del texto Pablo Messiez traducido por Marc Artigau y el encanto escénico de la Kompanyia Lliure llega al Teatre Lliure de Montjuïc con El temps que estiguem junts.
Esta obra nace del encuentro que hace casi un año atrás tuvieran los jóvenes de la Kompanyia Lliure con Messiez, en la que el texto se fue configurando para que cada uno de los actores pudiera sentirse en parte identificado, libre y pudieran así fluir sus respectivos talentos de una forma genuina y natural, ofreciendo una calidad muy madurada y a la vez una variedad que llena de matices cada manera de vivir un mismo sentimiento.
En El temps que estiguem junts, dos historias, una de amor más cercana y realista y otra un poco más abstracta encuentran su espacio en un mismo piso. De esta manera, las dos tramas coexisten en muchas ocasiones, ofreciendo así lo que de entrada podría parecernos varias obras de teatro en un solo escenario, dónde según la grada en la que uno se encuentre, puede ver una u otra perspectiva de los mismos hechos y se da al espectador la posibilidad de elegir a cuál de las conversaciones quiere prestar atención y así cada uno puede percibir esta experiencia desde un punto de vista más personal. De todos modos, cabe mencionar que algunas veces resulta complicado escoger en qué fijarse porque en cada metro cuadrado del escenario se vive un grado de intensidad similar, aunque podemos entender esta confusión también como un recurso, que nos ayuda a ver lo complejo de la coexistencia y la convivencia.
Los personajes, unos más explicados y otros más desdibujados y difusos, viajan a bordo del habla, de la poesía, del silencio o de la melodía del Cisne de Saint-Saëns, para ilustrarnos lo complicado y lo bonito de la convivencia, de las relaciones humanas o para intentar combatir el dolor. Y el dolor, precisamente, se convierte en gran medida en el hilo conductor de la historia más abstracta antes mencionada, en la que sus personajes, se reúnen para así juntos intentar entenderse, enmendar sus heridas y escapar o no escapar de este dolor y paradójicamente, el dolor en esta obra sirve de herramienta con la que podemos entrever rasgos de optimismo, esperanza y también momentos cómicos, surrealistas y con un toque de locura bastante encantador. Por otro lado, estos personajes (que mantienen el nombre de cada uno de sus intérpretes) en su creación, han ido madurándose al gusto de cada actor y actriz y esto resulta en un teatro muy auténtico en el que su disfrute sobre el escenario se contagia al público.
Así pues, si necesitas una bocanada de aire poético y teatro en estado puro, no dudes en pasar un tiempo junto con este gran elenco y disfrutar de esta convivencia tan singular en el Espai Lliure del Teatre Lliure de Montjuïc.
Crítica realizada por Ada Morelli