El Teatre Tantarantana vuelve a abrir sus Baixos22 a la creación colectiva de José y sus hermanas Los bancos regalan sandwicheras y chorizos. Una pieza que sorprende por la lucidez, elocuencia y fluidez tanto en el plano del contenido como en el de la expresión.
Un torbellino expositivo, que no conceptual. Silvia Ferrando es la directora y dramaturga de una función que además de propios cuenta con textos del conde de Torrefiel, Séneca, Jean Anouilh y Federico García Lorca. Y sin embargo no hay ninguna actitud ni voluntad fragmentaria o de compendio ni antología. Aquí encontramos a un grupo de siete jóvenes intérpretes que nos explicarán qué significa para ellos la transición y cómo les ha influenciado o condicionado en su vida diaria y, por extensión, en su configuración como artistas.
Un espectáculo que se desarrolla en primera persona del plural. La inclusión del público y, especialmente, del espacio teatral tanto en el formato como en el contenido de la propuesta es una de sus señas de identidad. Intérpretes que no desarrollarán tanto un personaje al uso como sí trabajarán la manera de mostrarse a sí mismos y su punto de vista colectivo a través de distintas acciones o disciplinas artísticas. Es increíble el foco incesante que mantienen y el dominio y relación del qué, el cómo y el porqué. Muy bien introducidos los argumentos y desarrolladas las conclusiones, así como las demostraciones y tesis. Una estructuración ordenada que permite ese aparente desenfado inclusivo en el que no es que tengo tenga cabida, sino que cada detalle encuentra su lugar.
La espontaneidad y frescura de todos los intérpretes se traduce en una fluidez impresionante tanto del hilo narrativo como de las distintas aproximaciones expresivas. Voz, movimiento, uso del cuerpo, materiales y texturas se funde en algo único que merece descubrirse y disfrutarse en primera persona. Gracias a su trabajo (sobre las tablas y en la creación de la pieza) juventud no es sinónimo de inexperiencia, sino de recipiente de todo lo acontecido con anterioridad y, por tanto, la etapa idónea para explicarlo por ser consecuencia inmediata. Con siete herramientas escénicas como las que encontramos aquí, capaces de convertirse en emisor, código, canal, mensaje (y compartir la condición de receptor con el público) el éxito de la propuesta es rotundo. Siete nombres propios muy a tener en cuenta: Francesc Cuéllar, Alejandro Curiel, Marta Díez, Carme González, Carolina Manero, Gemma Polo y Glòria Ribera.
Párrafo a parte para la reflexión geopolítica en función del tiempo que cada país o nación ha convivido con un sistema dictatorial. El uso de la alegoría constante sin divagación gratuita consigue crear imágenes y reflejar ideas de un modo tan asertivo como impactante en el que la estética se convierte en una nueva forma de aportar valor y contenidos. El planteamiento de una generación como fruto, resultado o consecuencia de 40 años de cáncer es tan devastador y escalofriante como visionario. La mención sobre cómo en España (no) cuidamos de nuestro patrimonio cultural a través de la figura de Lorca es a la vez homenaje y efectiva y reaccionaria bofetada. De nuevo, excelente la dramaturgia de Ferrando. Muy estimulante también la introducción del formato concurso-encuesta a ritmo de reguetón (pletórica Carme González) en el que se hace un salvaje y divertido repaso histórico y musical.
Finalmente, celebramos no sólo la inquietud sino (y muy especialmente) el talento y capacidad para transmitir algo muy concreto de un modo tanto o más particular. La subjetividad no está reñida con el rigor y casos como Los bancos regalan sandwicheras y chorizos demuestran que esta característica inherente al ser humano, como sujeto que es, acrecienta todavía más su valor a través de la manifestación artística. Probablemente uno de los espectáculos más apasionados, honestos, honrados y, sí, ecuánimes, que hayamos visto en mucho tiempo. Y, al mismo tiempo un paso adelante muy importante en la evolución de la experiencia performativa y teatral.
Crítica realizada por Fernando Solla
