El Teatre Apolo estrena nueva etapa y Rouge Fantastic Love se presenta como uno de los espectáculos estrella de la misma. Un musical que nos traslada al París de 1900, en plena Belle Epoque, e incluye un amplio catálogo de canciones románticas de distintos compositores, estilos y períodos.
Hay mucho del “Moulin Rouge” de Baz Luhrmann (2001) y también algo del de John Huston (1952), así como otras referencias cinematográficas. La figura de Henri de Tolouse-Lautrec tiene un peso muy importante y los referentes musicales van desde Edith Piaf y Charles Aznavour hasta Rihanna, Beyoncé o Kylie Minogue. De hecho, se podría decir que “La bohème” se utiliza como leitmotiv. Cómo casar todo este material es algo tan imposible como tentador y no hay duda de que Ricard Reguant y Octavi Egea han querido arriesgar en el libreto. Es innegable el conocimiento de referentes y el trabajo de recopilación, así como numerosos guiños y la voluntad de querer hacer algo grande. Sin embargo, la ausencia de un hilo narrativo firme que lo puntee todo un poco termina por desembocar en un tumultuoso pero algo desordenado y disperso musical.
Hablábamos de riesgo. Se ha querido evitar la utilización de líneas de diálogo para hilvanar las distintas canciones y, en cambio, se han traducido y modificado levemente algunas de las letras para que haya una continuidad. También se ha estructurado el desarrollo para explicarlo a través de los ojos de algunos personajes, como es el caso de Lautrec o Maurice (maestro de ceremonias cuyos diálogos al interactuar con el público recuerdan extremadamente a los de “Cabaret”). Guiños, ideas, reflejos… Todos válidos pero expuestos uno tras otro sin demasiada unidad ni foco. Estamos en 1900 y aunque aceptemos los anacronismos musicales (ya pasó en la película y es precisamente el principal aliciente del espectáculo), no hay contextualización ni en el tono de las réplicas ni en las constantes idas y venidas entre canciones y trama. En la construcción de los personajes sucede algo parecido. La levedad y la acumulación de canciones hace que el desarrollo de su historia, individual y conjunta, no alcance la fuerza dramática ni la explosión romántica que esperábamos. Eso sí, el giro final y la sensación de asistir a un “vale tudo” que intercambia artes marciales por jukebox musical ofrece algunos momentos en los que la diversión más delirante parece apoderarse de todo el conjunto. También de los espectadores.
La dirección musical de Pep Sala hace reconocibles las melodías de todas las canciones sin querer modificar en exceso el formato e identidad de las piezas, algo que por motivos lógicos sí hace la adaptación de las letras de Xènia Reguant. Quizá sea inevitable pero, especialmente en algunas de las canciones más actuales, esta traducción hace que pierdan algo de fuerza. El hermoso trabajo audiovisual de Pol Turrents no siempre encuentra su mejor aliado en la iluminación de Marc LLeixà, ya que se pierde algo de claridad al convivir con la acción y los personajes a la vez. La escenografía fija de CajaNegra Tam cede todo el protagonismo a los números musicales, aunque se podría explotar algo más el uso del doble nivel y ayudar a que el espectador lo captara todo con mayor profundidad de campo y no de modo tan frontal y horizontal. También firman un vestuario masculino que, junto a las piezas para el elenco femenino de Jordi Dalmau, supone uno de los puntos fuertes de Rouge Fantastic Love.
Las coreografías de Ana Eva Cruellas destacan en los números de época aunque desconcierta un poco la convivencia con piezas más contemporáneas. El cuerpo de baile las ejecuta con energía y entrega, ofreciendo algunos momentos tanto o más vistosos que su vestuario. El sonido de Toni Castaño Nyango y la iluminación de Lleixà hiperbolizan todo el conjunto, haciendo que los números musicales nos acerquen más al formato de un gran concierto que de un espectáculo teatral. Espectacularidad lumínica y decibelios que no siempre apoyan a las interpretaciones de los protagonistas ni del cuerpo de baile. En este terreno, destacamos el trabajo de Fedor de Pablos como Valentín y Ferrán González como Toulose-Lautrec. Javier Enguix defiende a Maurice, el personaje más complicado, y Ferran Castells y Naím Thomas hacen lo mismo con Joseph y Erik Satie, unos roles que quedan algo desdibujados más allá de sus intervenciones musicales. Toni Vinyals y Gisela realizan un trabajo correcto como Alessandro y Roxanne, quizá demasiado lineal en la interpretación de las distintas canciones. En el caso de él, prima su ubicación en una tonalidad alta muy potente pero que en ocasiones llega a aturdir un poco. El esfuerzo de ambos es evidente.
Finalmente, Rouge Fantastic Love sirve como copioso catálogo de los medios técnicos de los que dispone el renovado teatro. Un ambicioso proyecto que quizá quiere abarcar demasiado y termina siendo víctima de su propia acumulación de ideas y fuentes de inspiración. Eso sí, volver a ver el nombre de Ricard Reguant en la marquesina de un teatro del Paral·lel, remonta a un servidor al inicio de una ilusión que no ha hecho más que crecer con el paso de los años: el musical en vivo. Con él llegó mi primero. Fue en el Arnau y fue “Blues en la nit” (1995). Y lo recuerdo como algo maravilloso. A partir de ahora, esperamos y confiamos en que el género tomará fuerte presencia en la cartelera gracias a este nuevo encuentro entre el director y el teatro y que éste será el primero de los muchos títulos que están por venir.
Crítica realizada por Fernando Solla