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26.01.2018 Teatro  
Lo(r)cos por amar

Un montaje estrenado el pasado año en el festival de teatro de Acre, de manos del israelí Barak Ben-David, llega a Nave 73, directo desde una fortaleza de los Hospitalarios, Lo(r)ca, una revisión de cuatro textos de Federico García Lorca, que continúa su espectacular racha de proyecto con su firma, moldeados como plastilina por creadores actuales.

Cuatro son los personajes femeninos protagonistas de Lo(r)ca, llevados en este caso al cuerpo y personalidad de cuatro hombres homosexuales. Adela, El Novio, Yerma y Doña Rosita, interpretadas por Juan Caballero, Jorge Gonzalo, Javier Prieto y Raúl Pulido. El montaje propone una especie de juicio moderado por el abogado de la ¿acusación? exponiendo los hechos de estos hombres presuntamente culpables, dejando en manos del público la emisión de veredicto, y decidir si estos pueden ser procesados por sus delitos del corazón.

La propuesta del israelí cuenta con la gran baza del juego que dan todos los textos de Lorca, y su labor de adaptación y selección tiene mucho gusto, aunque se nota la cadencia hacia ciertos personajes, tratados con mucho mas mimo. El videoarte con el mapping que acompaña toda la producción no es usual encontrarlo en producciones del Off madrileño, y es una sorpresa muy grata que le da un gran calado a la valoración de esta propuesta.

El dossier de este Lo(r)ca presenta esta «tragedia homosexual sobre hombres obligados a confrontar su identidad sexual, como resultado de una sociedad en la cual la homosexualidad es considerada una enfermedad mental» y es aquí donde creo que la adaptación cojea, y al menos yo no logro entender lo que el director nos quiere contar. Esta adaptación con esa pretensión en el mensaje, lo veo perfectamente contextualizado en su país de origen, Israel, donde precisamente la actitud de la población hacia la homosexualidad es de una falsa libertad, y es más un «not my business» que una aceptación de la realidad; algo muy parecido a lo que podría ocurrir en la España rural representada por Lorca, en la que era más la presión social de un entorno muy reducido, sobre el individuo, mas que la violencia directa o su persecución (que la hubo)

En un momento en el que la sociedad española nos encontramos defendiendo la permanencia de los derechos fundamentales adquiridos con el sudor de todos aquellos que lucharon por conseguirlos, afrontar la «pasivo-agresividad» de la sociedad israelí en el contexto contemporáneo, intentando buscar el paralelismo con la nuestra, hecho en el que quizás me estoy aventurando, no funciona. Si Lo(r)ca se direccionase como una propuesta activista, con un objetivo claro desde el que posicionarnos, ayudaría a que el valor general del montaje tuviese una gran puntuación, pero opino que es el director el que no ha sabido transmitir el mensaje, o el poso que quiere que en la audiencia quede.

La dirección de actores, y el trabajo de los mismos, es sobresaliente. Cualquiera de los intérpretes superan con creces lo involucrados que están en el proyecto, y saben dar la carga dramática necesaria de cada uno de los personajes; una vez más un proyecto del Off vuelve a demostrar que el llegar a un menor público y tener un presupuesto más limitado, además de la valentía y la entrega en la propuesta, puede superar con mucha distancia, homólogos como el recién finalizado «Esta (No) Es la Casa de Bernarda Alba» en los Teatros del Canal, donde los actores masculinos pasaban por allí (salvo las mencionadas excepciones)

Raúl Pulido es el robaplanos del montaje, siendo protagonista en su sección, o secundario del resto, es tal su carisma que los ojos se nos van. Juan Caballero, una vez más demuestra ser el Rey del Off; hazlo mal de una vez por todas Juan, ¡se regulero! A Javier Prieto dan ganas de darle un «Bodas de Sangre» completo. Y Jorge Gonzalo, sabe a poco, muy poco; cuando empiezas a decir «yo también soy esa solterona» su intervención acaba.

Lo(r)ca arriesga, se cuela en la programación como un imprescindible de la temporada, y genera un diálogo post función en torno al juicio que plantea, quedándose en el espectador tiempo después de abandonar la sala, haciendo cuestionarte quién es la defensa, quién la acusación y si el amor es el arma del delito o el motivo del mismo, para hacer caer en desgracia a estos hombres lorquianos.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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