El Teatre Condal acoge la celebración del primer cuarto de siglo como ilusionista del Mag Lari. 25 Il·lusions es un espectáculo que va mucho más allá del greatest hits y nos muestra también a la persona y sus motivaciones sin olvidar nunca el género por el que se mueve.
Lari se muestra ante el público con ese humor irónico, gamberro, bromista y formalmente maleducado y se nos mete en el bolsillo. Sin dar por hecho que todo lo acontecido hasta ahora sostiene por sí sólo un nuevo espectáculo, ha tramado un guión que incluya tanto los números como la interacción con el público y una breve explicación de sus orígenes y motivaciones. Con la ayuda de David Pintó en la dirección ha sabido crear un equilibrio muy apropiado entre el espectáculo de magia y la ilusión de estar asistiendo a la biografía del mago número tras número. Ambos saben cómo dotar de ritmo y situar el protagonismo en el lugar adecuado en cada momento. Habrá tiempo para rememorar a mentores y compañeros de vida, así como sus inicios en el vecino Café Teatre Llantiol. Y por supuesto, para la emotividad bien entendida.
El envoltorio del espectáculo es excelente. Tanto la escenografía de Lari como la no menos espectacular iluminación de Oriol Rufach y el vestuario de Josep Massagué, Míriam Compte y Jordi Dalmau. Los objetos y material utilizado para los distintos trucos parecen ocupar y desaparecer de escena de un modo asombroso, siempre dejando el aire suficiente para que todo suceda como debe. La inclusión de la platea en lo que acontece en el escenario también está muy bien llevada y algunos golpes escénicos como esa bajada de telón final elevan todo el conjunto y consiguen que la emoción y felicidad más genuina copen el ánimo de los asistentes. Ojo que esto puede resultar la utopía de muchos espectáculos de este tipo y gracias al Mag Lari y a su compañía se convierte en una realidad aplastante.
Lari sabe que se necesita mucha gente para que un espectáculo de estas características pueda desarrollarse con éxito. En 25 Il·lusions decide subirlos también al escenario. Junto a él, un reparto de cinco que son a la vez ayudantes, bailarines, conejillos de indias y lo que haga falta. Roger Molist (que también firma la coreografía), Juan Carballido, Josep Ramon, Albert Obach y Estanis Farré realizan una gran labor para conseguir que todos los números se ejecuten con éxito y para conseguir que el hilo narrativo no se rompa entre la anterior y siguiente ilusión.
Hay algo más que elogiar y es cómo Lari nos incluye en el juego a los allí presentes. Cuando parece que nos va a explicar cómo realiza algún número no hace más que incluirnos en él propiciando que nuestro asombro crezca sin llegar nunca a tocar techo. Siempre parece haber espacio para más. La facilidad aparente con la que nos hace participar es muy destacable y es que, como maestro de ceremonias, nuestro anfitrión es también una acertada propuesta. Para los que ya le conocemos un gran reencuentro y para los que no, la primera de muchas y felices ocasiones futuras.
Finalmente, 25 Il·lusions nos seduce por su entidad propia. Es indiferente si se ha seguido la carrera sobre los escenarios del Mag Lari para poder disfrutar de este espectáculo en el que la emoción y el espejismo copan todo el protagonismo. Y, por supuesto, los feligreses reencontrarán aquellos momentos álgidos de anteriores espectáculos servidos con una puesta en escena tan adecuada como el la ocasión merece.
Crítica realizada por Fernando Solla