El Teatro de La Abadía se viste de navidad para acoger a aquellos que no suelen poblar sus salas durante el año, los niños. Celebrando el 3o aniversario de a compañía El Retablo, Aventuras de Don Quijote cuenta algunas de las aventuras más divertidas el hidalgo manchego.
Tres titiriteros manejan los hilos de estas marionetas de madrea y cartón, dando forma a las andanzas de Don Quijote, tras autoproclamarse caballero andante, en busca de aventuras que honren su persona, y sirva para convencer a la bella Dulcinea de entregar su amor al dicharachero jinete.
Maese Pablo Vergne lleva toda una vida jugando a entretener a los más pequeños, poniendo voz y acción a estas figuras; sus dedos logran dar vida a los personajes que, en este caso, Miguel de Cervantes plasmó en su magna obra. Don Alonso de Quijano, inmerso en el universo de grandes gestas, decide convertirse en protagonista de sus aventuras, viviendo en un mundo paralelo poblado de peligros y retos que superar que le hagan demostrar su valía.
Que este espectáculo de marionetas parta de esta premisa, en la que se anime a los niños a soñar despiertos, a dar rienda suelta a la imaginación, es loable. El Quijote no deja de ser un relato que en cierto aspecto tiene tintes de síndrome de Peter Pan, por el no querer crecer, creer en la magia, y ver el mundo con ojos ingenuos, inocentes, infantiles. Son muchos los años que pasamos siendo adultos, en comparación con los de nuestra infancia, y Don Quijote, revelándose contra su vejez, y negándose a flaquear ante el desgaste físico de la edad, es una actitud quijotesca en sí misma.
Lo sorprendente de este Aventuras de Don Quijote es lo fiel que es al relato, no maquillando el triste final de Don Alonso, como sería de esperar en una producción infantil. La muerte es algo tan real como Ali Baba portando un león enjaulado, o como la pestilencia de la Dulcinea sin idealizar. Los niños están expuestos al final de la vida de forma diaria, y el mensaje «optimista» de que el caballero Don Quijote vivió la vida a su manera, disfrutando sin límites, es una conclusión preciosa que ayudará a los mayores a generar esa conversación post función de la que tanto disfrutamos los teatreros.
Crítica realizada por Ismael Lomana