Un texto del uruguayo Sergio Blanco, que actualmente se está representando en Buenos Aires, es uno de los grandes estrenos del teatro Pavón Kamikaze, para atraernos en peregrinación hacia su sala Principal.
Dirigido por Natalia Menéndez e interpretado por Israel Elejalde y Pablo Espinosa. Disfrazado de drama, este texto se mueve entre la comedia y el relato de una tragedia con tintes clásicos, y el retrato de la sociedad más actual.
Estrenado en 2016 en Montevideo, Tebas Land supone el debut de Sergio Blanco en España, narrando el proceso creativo de un autor teatral con el ambicioso proyecto de llevar al teatro un montaje narrado e interpretado por un joven parricida que se encuentra cumpliendo condena. Lo que veremos será el relato del relato y la interpretación de la realidad, y la realidad misma, alterada, de los encuentros de S. y Martín, y de S. y Fede interpretando a Martín. Una obra que muestra una metaficción que abre y cierra continuamente la puerta de la cuarta pared, siendo aquí las rejas de una jaula, un patio de juegos, o una sala de ensayos, según el capricho de su personaje principal, S.
Tebas Land recibe al espectador haciéndole el objetivo de un circuito cerrado de cámaras, mientras toma lugar en sus butacas. La audiencia se siente observada antes de pasar a ser espectadores de la historia de Martín. Se le pide que mire, pero también que reflexione mientras ve y escucha la descripción de los hechos, y se plantee si podría ponerse en el lugar de Martín y matar a nuestro propio progenitor, porque ¿quién no ha llegado a pensarlo alguna vez? Tebas Land no es solo el testimonio de un asesino, sino el espejo del sentimiento de un joven que pertenece a esa generación perdida, sin rumbo, objetivos o motivación, de los años 2000, azotados por un entorno que les presiona a reproducir un modelo que no reconocen como propio, tomando como ejemplo a sus padres; una serie de objetivos vitales obsoletos que les provocan un rechazo categórico por su imposición autoritaria.
Israel Elejalde interpreta a S., la figura adulta en la que Martín comienza a ver representada la figura paterna borrada a golpe de tenedor; el padre que muestra un velado afecto en sus palabras o gestos, o en el simple hecho de querer escucharle y por el que comienza a sentir cierta atracción curiosa que torna en fantasía homosexual; una especie de complejo de Edipo invertido pero sin un final fatal, ya que este ya ha acontecido. Pablo Espinosa interpreta a Martín y a Fede, el actor que pasará a interpretar al primero en la versión teatral, después de truncarse el propósito de S.
La batuta de Menéndez marca el ritmo de una interpretación natural y pausada, que no da tregua al espectador en perder el hilo de las historias. Elejalde es siempre certero, directo a lo que a su personaje se le requiere, y aquí ofrece un festival de contención, con pequeños gestos que muestran la maquinaria de S., sus inseguridades, sus ambiciones, y un mundo interior que no dista mucho del que Martín le hace partícipe. Espinosa tiene la labor de interpretar dos papeles de idéntico físico, pero otra vez, a raíz de los matices de su interpretación, ayuda a saber diferenciar quién es quién en cada momento. Natalia Menéndez ha ido al detalle, al menor gesto, al subir y bajar incesante de la cremallera de la chaqueta de Israel, al quitar y poner de un rosario al cuello de Pablo, a los silencios incómodos de intensas miradas que se intercambian ambos según van ganando confianza los personajes.
Nada es blanco o negro en este Tebas Land, todo es gris. No es tan malo el asesino por librar al mundo de un ser despreciable, ni tan bueno un hombre que ve la gloria en afrontar un proyecto a costa de una historia ajena y real. Gris como los barrotes de la cancha de baloncesto, gris como la celda que tenemos enfrente, y gris como las imágenes de las cámaras de seguridad que captan todos los movimientos de la pareja en escena. Tebas Land se mueve en un terreno de nadie, en esa ciudad mítica, en ese espacio entre el bien y el mal, entre el deseo y la insatisfacción, entre la búsqueda de la soledad y el encuentro de la compañía perfecta, la zona gris entre el enfrentamiento armado y afrontar las consecuencias y la resolución de ese conflicto interno que arrastra Martín. Entre lo plomizo de una existencia desgraciada, y lo radiante del amanecer que supone el conocer a S., fuente de aprendizaje y ejemplo a seguir.
Falta brillantez en el resultado final, pero en este caso juega en mi contra la gran expectativa generada por medios y redes sociales como gran acontecimiento; un ruido mediático que ayudará a hacer llegar a la sala del Pavón Kamikaze a curiosos arrastrados por el aluvión de noticias que este Tebas Land ha generado, o simplemente por el morbo que generan los sucesos horribles en la sociedad actual. Quizás la sensación de anestesia que siente uno al abandonar la sala está buscada, y es fiel reflejo de la insensibilidad que sufrimos actualmente por la sobreexposición a los acontecimientos terribles de nuestra sociedad, que provocan en nosotros una sensación de haberlo visto ya todo y ante lo que estamos impermeabilizados. Sobre nosotros resbala el horror, la infelicidad de los demás, la solidaridad hacia los que mas nos necesitan, sin tener que irnos a grandes cometidos como la paz mundial. Tebas Land es un juego de pelota en el que no se gana ni se pierde, y en el que al final, sus personajes continúan hacia delante, el uno con el otro, o sin él. With or without you.
Crítica realizada por Ismael Lomana