Tras 20 años en la carretera, Texas sabe muy bien cómo conectar con su público. Y así lo demostró el pasado 25 de Noviembre en su concierto en la sala Razzmatazz de Barcelona. Un lleno apabullante marcaba una noche deliciosa.
Sharleen Spiteri es dueña de su escenario. Eso no lo puedo negar (ni yo, ni nadie). Ella sabe manejarse, increpar al público, volverle totalmente loco y, tras ello, llevarle al éxtasis más soft.
La última gira de Texas, recoge todos sus éxitos desde el inicio de la banda. Más de 20 años les avalan y no hay manera humana de ningunearlo. Ellos son una apuesta segura, la música de una amplia generación; queda claro al ver su público. Entre el público, pude ver desde adultos de edad avanzada hasta treintañeros que se sabían, como yo, de arriba a bajo, de derecha a izquierda y, por delante y por detrás, cada uno de los temazos que pudimos escuchar.
Texas lo sabe y les encanta, lo gozan hasta el punto de jugar con el público y subir a uno de sus seguidores a cantar con ellos. La sorpresa de la noche se la llevó Miguel (profesor de inglés); quien a la petición de Spiteri subió como una bala al escenario. Bebió agua, se acicaló y salió a jugar como el que más junto a los vítores del respetable. Cantó So Called Friend junto a Sharleen Spiteri quien alucinó cuando Miguel supo que canción iba a cantar con un solo acorde de su guitarra. Miguel no se lo pensó dos veces al iniciar un juego que todos disfrutamos; Spiteri la que más. Según la cantante de Texas, era la primera vez que subía a un chico al escenario y su energía contagió al público y a la banda. Desde aquí, Miguel, ¡chapó!. Disfrutamos contigo.
Por otro lado, estaba bien claro que el concierto, aun tener la imagen promocional del último álbum, Jump On Board, iba a ser un Greatest Hits. Todos lo esperábamos, lo deseabamos, y la banda no lo dudó. Summer Son, In Demand, I don’t want a lover, Inner Smile, In Our Lifetime y alguna canción de su último álbum, como Let’s work it out rebotaron en la sala. Éxtasis tras éxtasis, los temazos de la banda sonaban sin fin mientras el público los coreaba.
El concierto de Razzmatazz fue un concierto de esos que llamamos irrepetibles. De los que electrizan la noche Barcelonesa. Una noche a la que, si pudiéramos, volveríamos una y otra vez. Por que con Texas uno nunca se sacia. Aprende, disfruta, enloquece y baila, baila hasta el anochecer. Baila sin pensar en que mañana, a más de uno de los de la sala, nos dolerían los pies.
Crítica realizada por Norman Marsà
