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26.11.2017 Críticas  
Marta Carrasco, material, busto e imaginario

Que Marta Carrasco es una artista muy generosa es algo que venimos comprobando espectáculo tras espectáculo. Que Perra de nadie es un regalo en forma de historias intensas e inquietantes y sueños rotos es algo que se percibe sólo aparecer nuestra valiente y querida intérprete en escena.

Un privilegio descomunal y definitorio para un espectador intrépido y fiel. De lo aparentemente monstruoso y terrible a lo esencial e intrínsecamente gigantesco y abundante. Nunca excesivo o desmesurado. Perra de nadie es mucho más que una pieza de danza teatro. Es una oportunidad de aprendizaje única. Un encuentro con una compañera de viaje excepcional, audaz, osada, intrépida, atrevida, inmensa, colosal, formidable, extraordinaria, liberal, desprendida y fértil. La implicación de Carrasco es totalmente oblicua, como intérprete y como creadora.

No hay mirada tan profunda en nuestro (y cualquier) panorama escénico como la de Marta Carrasco. Dos décadas plagadas de instantes únicos que coinciden con cada uno de sus espectáculos. Es muy emocionante sentirse partícipe de las creaciones de la artista y cada uno de los individuos que formamos parte del público nos sentimos así. Marta nos mira, nos toca, nos besa y nos abraza. En Perra de nadie nos sentimos como si fuera ella la que viene a vernos y a pasar un rato con nosotros. Y, probablemente, así sea.

Creadora e intérprete, Carrasco también firma la dirección del espectáculo junto a Pep Garcia Cors y Antoni Vilicic. La escenografía hace convivir los elementos imprescindibles con unos impactantes “vigilants de la nit” de Dominique Falda. Objetos y piezas de vestuario de la propia compañía y Pau Fernández con los que la fémina se convivirá en escena en tantas y tan particulares mujeres. Y con las que se moldeará para construir figuras e imágenes inauditas, abismales, subterráneas, hondas, complejas y oscuras. De este modo, Carrasco se transforma en (y a través de) la arcilla en material, busto e imaginario de una gran obra de arte viva. Un balance apasionado e impagable entre contenido y continente. Estética e interpretación. Brutal y de tú a tú. Porque Marta nos mirará a los ojos practicando una abducción que nos desprende de nuestro cuerpo para vivir con ella en escena.

La iluminación de Quico Gutiérrez es imprescindible y entiende perfectamente la mezcolanza entre lo lúgubre y lo luminoso. El trabajo focaliza y abraza a la perfección mirada, cuerpo y movimiento de nuestra artista. El montaje musical de Joan Valldeperas funciona en esa misma línea narrativa y estética a partir de la deliciosa selección de Carrasco. Mención especial para la “urban coreograph” de Albert Hurtado y la brutal interpretación que hace la bailarina. Uno de todos los momentos álgidos de los que se compone el espectáculo, en el que todas las disciplinas se funden en una para comunicar y transmitir un cúmulo impresionante de sensaciones. Instantes que nos convierten en secuaces y copartícipes, haciendo que esa tierra de ninguno por la que se mueve la protagonista sea compartida y que todos lleguemos a un punto de encuentro. Seremos perras de nadie juntos, cachorros y veteranos, y por tanto superaremos el anonimato para ser alguien. Nosotros mismos.

A título individual, y dadas las circunstancias, sirva este humilde escrito como muestra de agradecimiento. Por enseñarme a mirar y a querer. A mirarte y a quererte. O lo que es lo mismo, a mirarme y a quererme. Por convertirte en grandioso espejo alegórico que confunde la primera con la segunda persona y nos convierte en una. Por tus creaciones y tus espectáculos en solitario y en compañía. Por todo esto y tanto más, sólo quería decirte que sí. Que ahora sé que no ha llegado el momento de despedirse sino de atesorar y asimilar los grandes momentos compartidos. Marta Carrasco, ¡GRACIAS!

Finalmente, Perra de nadie es un espectáculo perfectamente válido y necesario también para cualquier espectador novel en la materia. El descubrimiento de ese beso en la frente y de ese modo de salir a recibir al público con el que la artista transmite su entusiasmo y lo contagia es lo más grande que le puede suceder a uno cuando se aventura en la oscuridad (o luminosidad) de un patio de butacas. Espectáculo único dentro de una trayectoria igualmente señera e indiscutible. ¡Brava, bravísima Marta Carrasco!

Crítica realizada por Fernando Solla

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