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15.11.2017 Críticas  
Y tras la catarsis, Nuria Espert

“Hay verdades que no pueden ser reveladas más que a condición de que sean descubiertas” escucharemos en un momento cumbre de Incendios. No hay mejor resumen para explicar una pieza y una puesta tan desgarradoras como esta. La aportación de Mario Gas al texto de Wajdi Mouawad resulta un hallazgo de valor incalculable que, ahora, encontramos en el Teatre Goya.

Mouawad es un autor muy admirado por estos lares. Sus obras se representan con asiduidad, incluso él mismo nos trae sus propios montajes en ocasiones. Sin embargo, ya en 2010, Gas se acercó a esta texto con la programación de “Incendies”, el montaje original dirigido por el propio autor en las Naves del Español. Algo pasó entonces, un algo maravilloso que ha desembocado en este montaje que nos visita. El que introdujo al autor en nuestro territorio se adentra ahora en su universo para ofrecernos su lúcida e impactante visión, acompañado de un elenco firme y comprometido.

El director de escena ha confiado en una estupenda traducción de Eladio de Pablo. Mouawad es un autor que bebe de la tragedia clásica, convirtiendo cada obra en una alegórica caja de resonancia de sus reminiscencias épicas y poéticas adecuadas a un entorno geopolítico actual. En Incendios asistiremos a tres historias entrelazadas que se alternan a nivel narrativo y temporal hasta convertirse en una única y posible. Plausible. El lenguaje matemático o científico se utiliza para explicar grandes contiendas internas. Mouawad muestra especial afición por explicar cada vínculo hasta el más mínimo nivel de detalle. Una puesta en escena o una dirección de actores especialmente enfática en ese mismo nivel discursivo, puede llegar a saturar de grandilocuencia el conjunto. Algo que aquí no sucede ni por asomo, sin renunciar a puntuales y precisos golpes de efecto para recordarnos en qué contexto nos estamos moviendo.

Gran traducción, decíamos, ya que mantiene toda la carga del discurso del autor y que nos llegará a través del vigor de la palabra. Gas ha cuidado al máximo qué dice el texto y cómo lo dicen sus actores en una puesta en escena austera pero precisa. La contemporaneidad más absoluta nos incluye desde un primer momento en la acción y nos sitúa en un mismo lugar de conocimiento que Simon y Jeanne, los que descubrirán, con el público, la verdad más terrible, que superará cualquier augurio o premonición. Una escenografía de Carl Fillon que combina elementos como la tierra con otros más metálicos o geométricos y propicia el ritmo óptimo para que las entradas y salidas de todos los personajes se sucedan a la perfección. El choque contra la frontalidad, imprescindible para el desarrollo de la pieza y acompañado por unos vídeos de Álvaro de Luna y una iluminación de Felipe Ramos que no sólo muestran adecuación sino gusto estético y apoyo narrativo. Lo mismo sucede con el espacio sonoro de Orestes Gas. Por último, el vestuario de Antonio Belart ayuda a definir a cada personaje, así como el tiempo en que se desarrolla su historia. Asertividad y apoyo al texto de todas las disciplinas artísticas.

La dirección de actores en el puntal definitivo sobre el que se erige Incendios. Aproximaciones distintas como lo son los personajes entre sí. La combinación y cadencia de los distintos timbres vocales de todos ellos, aporta una musicalidad idónea para reforzar la poética y dureza sincopadas del texto de Mouawad. De los graves de Lucía Barrado y Germán Torres, que muestran perfectamente la desorientación y salvajismo de sus respectivos personajes a la dulzura y suavidad de Alberto Iglesias, Candela Serrat y de un generoso y conmovedor Ramón Barea (magnífico notario). Álex García muestra el recorrido de Simon de una manera muy especial y emocional. A su vez, Laia Marull nos abruma con su generosidad aproximativa. Su voz, su gestualidad y su entrega física consiguen que su Nawal sea inolvidable, convirtiéndose en álter ego de un personaje que continuará con Nuria Espert.

“La infancia es un cuchillo clavado en la garganta. No se lo arranca uno fácilmente”. “No amamos la guerra ni la violencia pero hemos hecho la guerra y hemos sido violentos”. “Pase lo que pase te amaré siempre”… Frases todas ellas dichas por Espert. No dichas, sino convertidas en verdad absoluta. Incendios provoca una gran catarsis y es precisamente la labor de la actriz la que se convierte en la purificación posterior al cataclismo. Palabras que en su boca parece que sólo se dirán una única vez y que son su gran verdad y significado provocan el verdadero incendio. Una inflexión vocal magnífica y arrolladora. Un pulso contra la tensión y el silencio del espectador cuyo ánimo bebe y cuya vida pende únicamente de la infinita naturaleza de la actriz para sublimar su interpretación. Indescriptible.

Incendios es, en definitiva, un viaje a lo más profundo del alma humana en un contexto civil de conflicto bélico que no parece tener fin. “El principio de la última guerra del mundo”. Una promesa. De aprender a leer, a escribir y a hablar para salir de la miseria y del odio. Gracias al magnífico montaje de Mario Gas y de toda la compañía, liderada por una apoteósica Nuria Espert, el augurio hecho teatro de Mouawad se cumple de manera triunfante. “Ahora que estamos juntos, todo va mejor”.

Crítica realizada por Fernando Solla

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