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03.11.2017 Críticas  
La condición humana trágicamente expuesta

Eugene O’Neill estrenó en 1924 su obra de teatro “Desire under the elms” en plena depresión americana y justo antes del crack del 29. Posteriormente, Anthony Perkins, Sofia Loren y Burl Ives la llevarían al cine en el 58. Y Desig sota els oms es la versión que Iban Beltran y Joan Ollé (quien también la dirige) nos traen este 2017 al TNC de Barcelona.

Ephraim Cabot es un terrateniente sureño que vive con sus dos hijos, Simeon y Peter, y un hijastro, Eben, de su última mujer. Este último cree que, por derecho de madre, la casa y las tierras le pertenecen ya que piensa que su padrastro se las arrebató. Los otros dos hijos mayores, son un par de vagos que quieren dinero fácil, por lo que planean mudarse a California en plena fiebre del oro, vendiendo su supuesta parte de la hacienda al más joven y consiguiendo así efectivo con el que empezar una nueva vida.

Una diferencia grande ya se aprecia aquí entre el sentido de posesión de Eben y sus hermanos. Y ese sentimiento es el que acompañará a toda la obra. Cuando su padre aparece con Abbie, su nueva mujer (40 años más joven que él y solo 10 años mayor que Eben), el mundo del muchacho se ve trastocado y vapuleado por tener que luchar por la propiedad y a la vez contra sus propios deseos.

Inspirados en el Hipólito, el Teseo y la Fedra de Eurípides, O’Neill decidió situar temporalmente a sus personajes en el 1850, previo a las dificultosas circunstancias de su época así como fuera del influjo de seres superiores (a diferencia de los personajes de la Grecia clásica) liberándolos así de los condicionamientos de la época y la historia. Así que, mientras el poeta griego culpa de la tragedia de sus personajes a sus dioses, O’Neill nos relata cómo la condición humana es la responsable del final de los suyos.

El dramaturgo nos cuenta una tragedia en la que al final los culpables desean recibir su castigo sin luchar contra ello, haciendo así prevalecer sus sentimientos sobre cualquier horrible final que les pueda sobrevenir. De esta manera, tenemos ante nosotros una historia en la que conviven deseo y ambición, odio y venganza, amor y pasión, culpabilidad y castigo, convirtiendo Desig sota els oms, en una obra profunda y completa.

El elenco, cuidadosamente seleccionado como no podía ser menos en una obra así, le confiere la mayor parte de la fuerza a esta obra maestra. Los tres protagonistas han demostrado en ocasiones anteriores su versatilidad y su riqueza de interpretación. Y en esta ocasión, nos quitamos el sombrero ante un Ivan Benet que se presenta como Eben, y que arranca en la historia como un reservado personaje pero al que se le entrevé el resentimiento y la animadversión hacia lo que considera injusto, tímido por naturaleza pero con una gran fuerza interior y la paciencia suficiente para llevar a cabo los planes necesarios para quedarse con la herencia. Benet nos regala otra de sus grandes actuaciones y si quedaba alguien que dudaba de sus habilidades sobre las tablas, sus cambios de registro o su facilidad para brillar en escena con su presencia, que vaya a verlo al TNC. Benet es de los actores que perfectamente ejecutará cualquier papel, pero que en los dramáticos se crece de forma sobresaliente. A medida que Desig sota els oms va en progreso, la obra se vuelve más intensa con los sucesos que van ocurriendo. Y sus personajes, como Benet, se vuelven más intensos también.

Lo mismo se puede decir de Laura Conejero, que es Abbie y Pep Cruz, como Ephraim Cabot. Él, como el viejo marido, al que han pintado sus hijos con ciertas descripciones de orgulloso, egoísta y con un punto de dictador, luego aparece y se convierte en la parte más débil a la par de justa de este triángulo amoroso. Conejero encarna a esa mujer aún joven pero lo suficientemente madura para saber lo que quiere e ir a por ello hasta la muerte. También es uno de los papeles más complicados porque la que se presenta inicialmente como una mujer fría y calculadora, segura de sí misma, se va derrumbando a medida que los sentimientos se apoderan de ella hasta que al final el corazón se impone a su mente. Lo mismo le pasa a Eben, resultando al final en que ambos son esclavos de ellos mismos y no de sus propósitos. Y en ambos casos, no solo sus diálogos sino que sus miradas, sus caricias y sus cuerpos dicen todo lo que el espectador necesita saber. Siendo los personajes más ambiciosos de toda la obra, al final son los más capaces de entregar por amor.

Santi Ricart y Pepo Blasco también se llevan una buena parte del pastel con sus interpretaciones en el primer acto como los hermanos Cabot. Es una genialidad lo que consiguen con sus interpretaciones, pues sus personajes son una mezcla entre lo absurdo, lo simple y el ‘clown’. Y ambos lo bordan.

A todo esto se le suma el extraordinario escenario que ha diseñado Sebastià Brosa, en el cual no falta detalle y que visualmente se convierte en una atracción. Mediante una plataforma giratoria, podremos estar en el porche de la casa, la cocina, las habitaciones del matrimonio y de Eben y finalmente en la capilla de la vivienda. Esta va girando a medida que pasan el tiempo y las circunstancias, cambiando completamente la escena sin tener que bajar el telón. Todos los detalles sobre escena están cuidados hasta el mínimo detalle, confiriendo a la representación de un completo, a la par que insólito, realismo.

Si además le añadimos que toda la dramaturgia se ha traducido a un catalán extraño, con la ayuda de Pere Navarro-Gómez, como una especie de lenguaje enmarañado repleto de vocales y consonantes cortadas y palabras mal acabadas que nos transportan a lo que podría haber sido el lenguaje angloirlandés de la época, hay que admitir que está producción se ha creado cuidando hasta el más pequeño detalle. El vestuario (cosa de Miriam Compte), la música en directo así como la extradiegética (del siempre acertado Damien Bazin) le confieren el perfecto acabado.

Desig sota els oms merece un escenario como el del TNC y un gran auditorio que pueda disfrutarla y es de las obras que se erige como una de las grandes del panorama barcelonés de esta temporada.

Crítica realizada por Diana Limones

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