Cuando un inesperado y trágico accidente sacude los cimientos de una familia, los resortes que sujetaban la felicidad saltan por los aires. Cada miembro deberá superar la pérdida y hacer frente al dolor. Cada uno lo hará distinto al otro, provocando a veces más dolor incluso. La Sala Principal del Teatro Español se convierte en un universo paralelo donde buscar la parte feliz de la historia.
David Lindsay-Abaire escribió un texto sobre gente normal haciendo frente a la pérdida inesperada de un hijo de cuatro años. En 2010 el texto fue llevado con éxito al cine manteniendo el mismo nombre de la novela. En inglés se llamó “Rabbit Hole”, lo que viene a ser madriguera. Nicole Kidman consiguió varias nominaciones con la interpretación de la doliente madre. En la adaptación teatral que ahora nos llega y que firma David Serrano, (no sé como se lo hace este chico para llevar tantos proyectos a la vez) la acción se traslada a una familia española, pero mantiene toda la esencia que ya cautivó la novela y la adaptación cinematográfica.
Los Universos Paralelos trata la historia de Patricia y Alberto, los padres del fallecido Dani, muerto en un accidente. Superar el dolor y recomponer la vida después de un acontecimiento así es de todo menos agradable. En la historia aparecen también la hermana y madre de Patricia y el joven conductor del coche que atropelló al pequeño.
A caballo entre la comedia y el drama las escenas se suceden con facilidad, las casi dos horas de función se disfrutan gracias al equilibrado trabajo de todo el elenco. Malena Alterio como Patricia es esa madre llena de preguntas, en busca de respuestas y de consuelo. Daniel Grao un padre que desea mirar hacia adelante, ser fuerte, pero que se rompe en la intimidad. Belén Cuesta, la hermana alocada que pronto dará a luz un hijo. Carmen Balagué está incontestable como madre. Itzan Escamilla tiene una breve pero poderosa intervención, la que catalizará los sentimientos de Patricia.
La escenografía nos muestra una casa bonita, de familia acomodada. Iluminación adecuada al servicio de la emoción.
Algunas de las escenas son tremendamente poderosas. Las conversaciones alrededor de la mesa, las preguntas sobre la religión, Dios, la búsqueda de respuestas. Vemos cuatro diferentes maneras de hacer frente a la muerte. Vemos como todas y cada una es válida. Cada una tiene su verdad y tiene su proceso. Ante la tremenda pregunta de si el dolor desaparece, la única respuesta cierta es que no lo hace, más bien el dolor cambia, pero nunca llega a desaparecer.
Una función que bajo la aparente sencillez tiene una tremenda carga dramática. Unos actores que nos hacen pasar de la risa a la lágrima. El dueto Belén Cuesta y Carmen Balagué es un perfecto engranaje de comedia. Malena y Daniel se complementan con suavidad.
La posibilidad de que haya unos universos paralelos donde haya versiones felices de cada uno de nosotros puede hacernos soportar los sinsabores de la vida de nuestro propio universo. Un universo donde se cruzan nuestros dolores con los de los demás. Donde nuestra manera de superarlos inevitablemente afectará a los que como nosotros llevan su propio duelo.
Crítica realizada por Moisés C. Alabau