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26.07.2017 Críticas  
El peligro de lo que nos atrevemos a decir

Paraules encadenades se estrenó allá por los 90 en el Teatre Romea de Barcelona y fue la obra que, juntamente con «Dakota», catapultó a su escritor a la fama, dándole un espacio prominente (el que se merece) dentro del teatro contemporáneo catalán.

Jordi Galceran escribió un intenso thriller psicológico, que en su estreno interpretaron Vilarasau y Boixaderas, y que ahora nos trae La Villarroel, de la mano de Bitò Produccions como parte del Grec Festival de Barcelona. Han elegido para esta versión del 2017 a Mima Riera y David Bagés, que son los que respectivamente interpretan los papeles de Laura y Ramón.

Ramón es un psicópata que ha secuestrado a Laura y que la tiene amordazada y atada a una silla en un teatro. Es su 19ª víctima, pero antes de matarla, quiere entender cómo y porqué él ha llegado a esa situación. Para ello tiene a Laura retenida. Como enfermera y estudiante de psicología, él espera que pueda darle la respuesta. Después, evidentemente, la matará. Y, en medio de esa grave situación, jugarán al juego de las Paraules encadenades para entretenimiento de él y como posible salida al aparente fatal destino que le espera a ella.

Así arranca esta intensa a la par que aguda obra de Galceran, que mantiene al espectador en tensión de principio a fin y donde, a medida que pasan los minutos, se van descubriendo los enormes giros de texto y trama a la altura de cualquiera de las mejores películas de suspense actual.

No es el género más tocado en teatro, el de la intriga y la tensión. Es normal, en parte, porque teniendo a los dos actores frente al público todo el tiempo, no hay mucho juego para ciertos sobresaltos o confusión visuales que de otra manera se puede conseguir en el cine, por ejemplo. Por eso, Paraules encadenades se centra en la historia y, como no, la palabra para lograr esa emoción que atrape a los presentes. Además, Galceran se permite añadirle algunos puntos de humor a la conversación que rompen, sin estropear en absoluto, el ambiente que desde el principio se ha alcanzado. Quizá, solo al final, se alargan demasiado los giros antes de la resolución, y con una vuelta menos de tuerca el resultado habría sido el mismo. Pero aún y así, se puede decir que el texto funciona perfectamente, siendo que la largura de la obra es la apropiada y el seguimiento se lleva a la perfección.

Ambos actores juegan un papel muy importante en el uso que le dan a su dialéctica, ya que uno de los platos fuertes de esta obra es la rapidez y agilidad a la hora de hablar. Bagés demuestra el arduo trabajo realizado para meterse en la piel del psicópata y su interpretación es de un notable alto. En su caso, tiene que trabajar más los cambios de registro y los lleva a cabo de forma más que correcta, engañando al espectador una y otra vez de cuáles son sus intenciones reales. Riera, por su parte, al ser la víctima trabaja un personaje más constante. Pero su interpretación es de 10. Creíble de principio a fin en su angustia, en su dolor, en su rebeldía, en sus alegatos. Una más que agradable sorpresa, habiéndola visto en un papel completamente diferente hace menos de un año en «La Treva» de Julio Manrique.

Ambos actores intercalan sus intervenciones de forma admirable, a un ritmo perfecto. Y son de resaltar en ambos casos los monólogos que en diferentes momentos de la obra los dos tienen que recitar. Son, junto a la trama, posiblemente lo mejor de la función. La destreza en el uso de la palabra, junto a la velocidad y agilidad que despliegan, suman a todo el conjunto.

También destacable es la manera como ha conducido a ambos actores su director, Sergi Belbel, así como el curioso montaje escénico que nos regala Max Glaenzel, jugando con una escenografía fría y rígida, acorde a la personalidad de Ramón, y complementado de forma original con vídeos que redondean esta pieza que merece estar, sin duda alguna, en este Grec.

En caso de que les apetezca pasar 90 minutos jugando al tenso e inquietante juego de Paraules encadenades, mi recomendación es que no lo duden ni un minuto y se pasen ya por La Villarroel.

Crítica realizada por Diana Limones

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