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18.07.2017 Críticas  
Lamento de género multidisciplinar

La Seca Espai Brossa acoge la última propuesta de Carla Rovira y Les Impuxibles. Un espectáculo multidisciplinar cuya naturaleza se encuentra en distintas experiencias e historias que reflejan los efectos y consecuencias de la violencia contra el género femenino. Una propuesta que va mucho más allá del documento o el panfleto y confronta una realidad flagrantemente asimilada.

Cinco intérpretes en escena y una implicación activa que lo envuelve todo. Pocas veces se suele aprovechar el momento escénico para interpelar directamente no tanto al público sino a la sociedad. Es habitual localizar a través del caso ficticio una pauta de comportamiento general para confrontarla con lo que sucede en la ficción de una pieza. No lo es tanto la denuncia abierta y directa. Obviamente, el asunto no es para menos, pero la legitimidad dramática deja de ser objeto de debate y se va directamente a la raíz de la cuestión.

Sin duda, ese sería el principal acierto del texto y dramaturgia de Carla Rovira. Un acercamiento a seis manos, en combinación con la autoría y dirección de Clara y Ariadna Peya. Y por supuesto, la aportación de todas las intérpretes. El nexo de unión es el lamento de todas pero desde la participación activa, no como corifeas. Parece como si cada una se hubiera planteado cómo le afecta particularmente esta lacra social y cómo repercute en su manera de manifestarse y expresarse a través de la disciplina artística que defienden.

En AÜC. El so de les esquerdes no hay ataque pero sí renuncia y rechazo. Resulta todo un hallazgo (artístico y persuasivo) que la víctima se cuestione también a sí mima y ponga cara y ojos a cada una de las rendijas o grietas que permiten que esto suceda. El silencio, el mirar hacia otro lado, el patriarcado, los constructos sociales sobre los que se ha asentado una (in)consciencia social que legitima o comprende una aberración semejante… Un espectáculo que funciona a modo de retazos individuales en los que las intérpretes se muestran y otros colectivos en los que conviven.

Del trabajo de Carla Rovira hay que destacar también que no haya querido desdibujar o suavizar situaciones o edades evocadas. ¿Cómo se va a ser políticamente correcto cuando precisamente esa validez es no sólo incorrecta sino insultante? Cierto es que en algunos momentos la redundancia hace que se verbalicen estados de ánimo que ya laten gracias al buen trabajo de las cinco intérpretes. Pero no lo es menos que como consecuencia de esa redundancia se consiguen no sólo la militancia sino el convencimiento de que hay que participar del cambio. Los parlamentos y manifestaciones de las integrantes del elenco aportan más en materia social y de género que cualquiera de las políticas que (des)amparan al género.

La dirección e interpretación coreográfica de Ariadna Peya es de lo mejor que se ha podido ver esta temporada. Urgente y adecuada a lo que se quiere explicar. El solo de Olga Lladó es espeluznante, no menos que el lugar entre la rabia, la pena y la impotencia donde se coloca Júlia Barceló. Maria Salarich es la personificación del lamento. Clara Peya se entrega a través de su piano de un modo tan frágil y absoluto que nos desarma. Su mutis pianístico y forzado por el resto es realmente apabullante. No se puede destacar a una por encima de la otra porque de lo que se trata es de mostrarse y de cuestionarse y aquí la entrega, implicación y desnudez de todas es rotunda.

AÜC. El so de les esquerdes es todo esto y mucho más. Mujeres y artistas que nos miran cara a cara, a los ojos y se muestran y exponen como en pocas ocasiones. Un espectáculo que supera lo triste de la necesidad de su existencia hasta convertirse en una revolucionaria muestra dentro del género (si se puede llamar así de la pieza teatral como documento.

Crítica realizada por Fernando Solla

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