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17.05.2017 Críticas  
El vuelo del abejorro

La Inopia. Coreografías para un bailarín de 120 kilos llega al Pavón Kamikaze dentro del ciclo Desembarco de la danza. Un montaje valiente, despojado de prejuicios y con emoción que traspasa. Un gran Alberto Velasco que se desliza y vuela en escena.

Alberto Velasco es un ser feliz y frágil. Arriesgado e inconformista. Sus propuestas suelen arrancar emociones escondidas. Su honestidad y atrevimiento equilibrados consiguen que sus propuestas lleguen a un gran público. Aunque su faceta de actor sea quizá la más conocida, su pasión por la danza y el baile son lo que le mueven por dentro. Como él mismo explica y demuestra en esta Inopia, todos somos capaces de comunicar con nuestro cuerpo. No hay que limitar a nadie su capacidad de bailar por el hecho de no estar dentro de los parámetros que esta descabellada sociedad nos impone. ¿Acaso solo los cuerpos perfectos pueden bailar? ¿Quién determina lo que es un cuerpo perfecto? La respuesta a esa cuestión y muchas más se responden en La Inopia.

Según la RAE, Inopia es ignorancia absoluta de algo, pobreza, escasez. Este espectáculo nos lleva al descubrimiento, a salir de La Inopia. Un viaje desde la infancia del personaje, su búsqueda de respuestas, de amor, de conocimiento, de la vida como viaje a la catarsis.

La Inopia está compuesta por seis diferentes partes coreografiadas por Sol Picó, Chevi Muraday, Daniel Abreu, Carlota Ferrer, Vero Cendonya y Carmelo Segura. Cada pieza fácilmente distinguible y unida por el texto y la poesía de Sonia Barba. Una escenografía infalible como todas las que firma Alessio Melonni. Ese coche que cobra vida, ese neón que ilumina. El rojo de pasión y sangre.

Música impactante que va desde uno de los éxitos de Massiel, a ritmos electrónicos, a melodías que evocan alegría, a otras que desgarran. Imposible no removerse con la potencia visual, gestual, sonora.

Acercarse a un espectáculo de danza contemporánea como este es acercarse a la piel de gallina, a la emoción que se desborda, al sudor, a la lágrima. Alberto Velasco, solo, con su ímpetu y su fragilidad. En uno de los textos que unen las coreografías se hace referencia al abejorro. Ese insecto de alas finas que según la ciencia no pueden soportar su peso. Pero el abejorro no lo sabe y vuela, vuela y vuela. Nosotros soñamos y soñamos. Solo nosotros mismos seremos el impedimento a cumplir nuestros sueños. Solo nosotros mismos seremos capaces de salir de la Inopia, o quedarnos para siempre en ella, lo importante, hagamos lo que hagamos es ser felices y bailar sin parar.

Se sale de La Inopia con sensación de ingravidez, de levedad, de belleza. Con ganas de un abrazo gigante, de abrazar al mundo.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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