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01.05.2017 Críticas  
Billete al infierno

El noveno montaje de La Joven Compañía es posiblemente su propuesta más arriesgada hasta la fecha y la que se salda con ovaciones en pie. El riesgo tiene sus recompensas. La novela homónima de Fernando J. López adquiere una nueva vida y lectura en esta versión teatral dirigida por José Luis Arellano.

La Edad de la Ira tenía todos los mimbres para pasar de la novela al escenario. Una historia que tiene mucho de thriller y de actualidad. El reto para la adaptación era el hecho de que la novela está escrita desde el punto de vista adulto. La Joven Compañía iba a interpretarla, así que había que adaptar esa historia para que fuera contada desde el prisma adolescente. El proceso que ha sido laborioso ahora da su fruto en forma de función eléctrica e impactante.

En escena un gran cubo, acristalado, refugio de la ira de Marcos. Una ira que le llevará a explotar. Una ira provocada por su adolescencia, marcada por la muerte de su madre, emponzoñada por la insalubre rectitud de su padre, la presión de sus compañeros de clase, su propia búsqueda de identidad. Alrededor de Marcos y su ira aparecerán otras iras. La de Sandra, acosada por un profesor, la de Brenda que busca la justicia y no la encuentra. Meri que quiere que la vean. Adrián que es víctima de la crisis y los errores. Ignacio que está cansado de llevar la carga familiar y tener que ser el ejemplar. Sergio, fallecido y con la ira del que perdona para olvidar.

El texto es poesía que agarra al espectador. Para disfrutar de esta función hay que volver a la adolescencia, recordar como vivíamos aquellos años, la intensidad de las emociones, la búsqueda del amor y la justicia absolutos. La pureza, la levedad. Un inicio que sacude al público. Marcos (Álex Villazán) vomita un monólogo que marcará el tempo de la función. Tremendo inicio que nos llevará a meternos en los personajes. Con ritmo constante descubriremos que Marcos es sospechoso de haber asesinado a su padre y a uno de sus hermanos menores. Las conjeturas, las culpabilidades, los hechos que se suceden antes del fatídico incidente, los ataques y las inseguridades. En poco más de hora y media los saltos sin red son la tónica. El vértigo es constante, la búsqueda de respuestas se apodera del espectador.

Un montaje apoyado en unas proyecciones magnificas de Álvaro Luna y Elvira Ruiz. La infalible y mágica iluminación de Juanjo Llorens. La escenografía (ese cubo que desprende ira) y vestuario de Silvia de Marta. Todo ello al servicio de unos actores que sufren un doloroso viaje. Álex Villazán, electrizante en el papel protagonista. María Romero que crece y crece. Rosa Martí es el aire en la ira, despierta esperanza. Laura Montesinos, magnética. Jesús Lavi, furia y rabia visceral. Javier Ariano, la mirada del que busca para encontrar. Alejandro Chaparro, el dolor que conlleva la madurez. Jorge Yumar, pura emoción.

José Luis Arellano vuelve a dar en la tecla. Si con su reciente Isla del Tesoro nos llevaba a la aventura y conseguía que el escenario se convirtiera en un viaje fantástico, ahora nos lleva al infierno. Ha sabido dar a la función los toques justos de emoción para no caer en el drama fácil. El humor justo para coger aire. La ira necesaria para golpearnos en el estómago. La Edad de la Ira es algo más que teatro necesario. Es un altavoz a una generación que se encuentra con muros invisibles. Es voz a unos jóvenes que buscan respuestas, que no se conforman con ver pasar su vida. Es un espejo a los que ya no somos jóvenes y nos enfrenta a lo que fuimos. Esta es una función que espolea conciencias y aporrea prejuicios.

Hasta el 6 de mayo están en el Conde Duque, y los próximos 18 y 19 de mayo en los Teatros del Canal. Además de las funciones para público general, tienen las funciones matinales para institutos. Funciones en las que hay lista de espera de docenas de institutos que se quedarán sin ver este increíble trabajo. Una gestión más que deficiente de las instituciones que gestionan el espacio que impedirá que muchos jóvenes y muchos espectadores se queden sin ver una de las experiencias teatrales más saludables de la temporada.

La Edad de la Ira es desde ya un montaje imprescindible de esta maravillosa compañía. Una compañía en la que los egos están aparcados. Eso se nota. Podrán emocionar más o gustar menos. Pero la verdad no se puede ocultar. Yo los descubrí hace tiempo, me hacen sentir emociones que en otros montajes de renombre no siento (y les prometo que veo mucho teatro). Vayan a verles. La Edad de la Ira les calmará el alma.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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