La Sala Beckett acoge la segunda producción propia de su temporada inaugural; Eva i Adela als afores. El nuevo texto de Mercè Sarrias encuentra toda su razón de ser dentro del ciclo “La revolució dels gèneres”, a través de una pieza que convierte contemporáneo en atemporal jugando de manera ejemplar con el (no) tiempo y el (no) espacio interior de sus protagonistas.
La puesta en escena es inmejorable, tan impactante como adecuada. La escenografía de Marc Salicrú interactúa con la disposición del espacio escénico, permitiéndonos además empezar a conocer la ductilidad de la Sala de Baix. Un escenario tanto o más grande que la platea que nos traslada a una especie de huerto urbano de la periferia de la ciudad, circunscrito entre grandes bidones de agua, el bien más preciado para la sociedad (reflejo distópico de la nuestra) que se muestra durante la función. Ese será el hogar de Eva y Adela, dos mujeres distintas autoexilidiadas de una realidad socioeconómica y política que las rechaza.
El trabajo audiovisual de Joan Rodón completa y dota de mayor profundidad al espacio escénico. Será precisamente sobre estos bidones que se proyectarán imágenes utilizadas como refuerzo narrativo o estético, en función de las necesidades de cada escena. La iluminación de David Bofarull, así como el espacio sonoro y la música original de Àlex Polls, refuerzan muy acertadamente tanto el desarrollo de la narración como los momentos más introspectivos y alegóricos que viven los personajes.
Lo que más sorprende del texto de Sarrias es su capacidad para focalizar un planteamiento apocalíptico en la actualidad y cotidianidad más extremas. La dirección de Toni Casares apuesta a seguir por el mismo camino, así como el resto de implicados en los distintos apartados artísticos y técnicos. Este detalle es el que marca la diferencia, ya que favorece que el espectador contemple la función con el extrañamiento necesario, pero siempre curioso y atento. El interés se mantiene en todo momento hasta llegar a un final algo desconcertante, pero igualmente acorde con el tono imperante.
La complicidad entre las dos actrices protagonistas es capital para el éxito de la propuesta. Tanto Sílvia Bel (sustituida por Montse Germán debido a una lesión) como Rosa Renom realizan un trabajo individual muy importante en la creación de sus roles. No obstante, es cuando ambas interactúan que consiguen embelesarnos y que la empatía invada la platea. En algunos momentos no sabremos muy bien hacia qué, pero siempre hacia ellas. Con ellas, ya que el viaje será conjunto. Las dos aprovechan la caracterización de Noemí Jiménez y el vestuario de Berta Riera para insuflar vida a Eva y Adela.
En el caso de Renom veremos a una mujer quizá algo menos beligerante que su compañera, pero con sus altibajos emocionales. Cercana y amable, certera y humana. Así es su interpretación. El compañerismo mostrado hacia Sílvia Bel en los momentos en los que la apoya en algún cambio de vestuario rápido o a interactuar con los objetos dota de profundidad dramática al conjunto. La espontaneidad en estos momentos está muy bien introducida en la función. A su vez Bel, se viste de contemporaneidad para ofrecernos una interpretación tan enérgica como profunda. Crispada cuando procede y más sensible y apaciguada en otros momentos. Su constante mirada de perplejidad ante la realidad que la rodea aporta varios enteros al resultado final de la función, ya que es muy adecuada para su personaje y también reflejo de la intención de la autora. Un trabajo más físico al que nos tiene acostumbrados, sin olvidar su capacidad para desarrollar la interpretación tanto a partir de la gestualidad facial como de la colocación de la voz para dotar de significado a cada una de los palabras que pronuncia.
Finalmente, la moral de la función consigue que el espectador se realice las mismas preguntas que las protagonistas. El cuestionamiento sobre la necesidad o capacidad para interactuar con el resto del mundo (con nuestro entorno social) a día de hoy es tan elocuente como interesante. El comentario pasivo como apósito de la implicación. La mirada distraída sobre la actualidad. El no posicionamiento y el mirar hacia otro lado… Ni que sea mientras dura la representación, esto cambia radicalmente. Tanto Sarrias como Casares, Bel y Renom consiguen convencernos y despertar nuestra inquietud interior y necesidad de participar, al fin y al cabo, de nuestro día a día. Sin conformismo pero con las cartas sobre la mesa.
Crítica realizada por Fernando Solla