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22.04.2017 Críticas  
Resistencia estroboscópica

La Intrusa vuelve al Mercat de les Flors. La compañía parece asimilar todo lo mejor de sus anteriores creaciones para ofrecer un espectáculo que haría (o hará) las delicias de realizadores como David Lynch o Nicolas Winding Refn. Creadores capaces de convertir un universo particular en protagonista argumental y principal, en este caso, a través del movimiento corporal.

Decía audiovisual y, sin embargo, no habrá uso alguno de proyecciones ni reproducción de imágenes. Pero sí se respirará una atmósfera especial que sobrepasará el escenario. Y es que Mud Gallery / Animales de hermosa piel es eso, especial. Absorbente e hipnótica. Pocas veces, en danza, se consigue tanta asertividad conceptual a través de los movimientos. Concreción sería la palabra elegida si tuviéramos que escoger una para definir esta propuesta.

Parece increíble (y es realmente indescriptible) la integración de las distintas disciplinas artísticas que conforman este espectáculo en la dramaturgia. Más todavía cuando esta característica es una pauta de comportamiento de La Intrusa. En esta ocasión queda patente algo que ya sabíamos pero que no tiene fondo cuando se trata de los implicados. Su capacidad para impactar a través de lo emotivo y visual alcanza aquí cotas que no se pueden explicar con palabras. Esa necesidad que siente el espectador de sentirse acompañado se suple desde la aparición de Tatín Revenga. Desde la platea se meterá en el escenario. Y nosotros con él. La empatía invadirá tanto a emisores como receptores propiciando que el intercambio esté presente y sea enriquecedor y pleno.

La música original de Jesús Díaz (Making Music in Silence) es tan evocadora como acorde a las sensaciones que se quieren mostrar. Terminarán de definir a unos personajes que son antes conceptos e ideas. Metáforas. En este caso no tanto sobre el auge y caída (porque aquí estamos muy arriba) pero sí sobre los fantasmas que nos podemos encontrar en el camino hacia el descubrimiento de cómo somos realmente y cómo nos enfrentamos a nosotros mismos. A través de las marcas que nos quedan y lo que nos aportan para seguir adelante. Siempre adelante. Menudo final.

¡Y qué letras! ¡Y qué movimientos! Porque hablar de coreografía es quedarse corto. O ser impreciso. Aquí hay una exploración tremenda y psicológica. Sin palabras. Es realmente algo inconcebible fuera de Mud Gallery / Animales de hermosa piel que algo así suceda. Sobretodo, porque ya que hablamos de psicología, lo más importante es el poso que queda tras la salida del teatro. La generosidad de un espectáculo que aporta herramientas de aprendizaje sobre el material que trata. La conceptualización y el desarrollo a través de la manifestación artística. Un lujo.

¿Que se esconde detrás de la cortina dorada? El espacio escénico y el vestuario son de una plasticidad que, en combinación, serían la envidia de los ya citados Lynch y Winding Refn. También por la adecuación dramatúrgica. Es relativamente “fácil” sumergirse e investigar formalmente, pero el riesgo de no salir indemne y perderse y asfixiarse es también elevado. Que se lo digan a estos dos maestros de la estética. Con esta visita de La Intrusa esto no sólo no es así, sino que a través de la iluminación se da el último toque de gracia para que la puesta en escena sea inolvidable. Esa hileras de luces que cambian de color no sólo dotan de profundidad, sino que enmarcan y focalizan. Relumbran sin cegar. Y nunca despistan. Siempre sabemos dónde mirar y se nos da la posibilidad de captarlo todo. La labor de los técnicos (Jordi Berch también iluminador) es impresionante y ajustadísima.

Todo, absolutamente toda va unido para el desarrollo de las intenciones de los artistas. Música y letra, iluminación y escenografía. Tatín Revenga (impagable técnico en escena), Damián Muñoz y Virginia Garcia. Lo mejor que se puede decir de esta obra de arte se resume en dos palabras: La Intrusa. Algo que crece y crece y se asimila exponencialmente, minuto a minuto. Una lección vital y, sobretodo, perdurable la que hemos recibido en el Mercat de les Flors.

Crítica realizada por Fernando Solla

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