Arturo Pérez-Reverte es un más que reconocido escritor. Sus novelas se cuentan por éxitos. De su época de corresponsal de guerra nacieron dos grandes relatos. “Territorio Comanche” que fue adaptado para la gran pantalla, y este Pintor de batallas que ahora salta a las tablas de los Teatros del Canal.
El Pintor de Batallas nos muestra a Andrés Faulques, un reconocido fotógrafo de guerra. Retirado en un torreón de algún pueblo costero aislado. Retirado de su labor de fotógrafo, se dedica a la pintura. Su apreciado aislamiento se verá perturbado por la inesperada visita de un hombre llamado Ivo Markovic. Este sobreviviente de la guerra de los Balcanes originará el cataclismo emocional del retirado fotógrafo. Le enfrentará a momentos temidos así como a duras reflexiones que nunca se planteó.
Ivo Markovic es ni más ni menos que el protagonista de una de las más premiadas fotografías de Faulques. La vida de los dos ha tenido caminos diametralmente opuestos. El dolor de uno ha sido el reconocimiento del otro. Ahora el protagonista reclama sus derechos. No quiere dinero, ni fama. Necesita respuestas de porque le fotografió, de porque nunca se preocupó en saber de él. Necesita confirmar la sospecha de que una vez apretado el disparador de la cámara fotográfica el fotógrafo se olvidó de él.
Asistiremos a una lucha dialéctica sobre la ética fotográfica. Sobre la moral que empuja a los corresponsales de guerra a retratar el dolor y darse la vuelta en muchos casos. Sobre la sospecha de pagos a francotiradores para conseguir las mejores fotos. Todo eso es tratado en este Pintor de Batallas. El marco para este combate es una bella escenografía firmada por Curt Allen. Un gran lienzo que irá mutando al ritmo de los disparos lingüísticos de los dos hombres. Al final el combate es un duelo a muerte. Las intenciones del inesperado visitante no son otras que dar muerte al fotógrafo. Para saber el desenlace deberán acudir al teatro.
Los dos actores que se baten en este duelo son Jordi Rebellón en el papel del Faulquer y Alberto Jiménez como Ivo Markovic. Sus interpretaciones están a la altura de lo requerido. Alberto Jiménez imposta un acento que a veces le pasa factura, pero su trabajo sigue siendo notable. Jordi está más en la contención. La descomposición de su personaje es más pausada. La adaptación de la novela de Arturo Pérez-Reverte hecha por Antonio Álamo, que a la vez ejerce de director, resume en poco más de una hora la conocida novela. Para ello se obvian algunos relatos. Se habla mucho de la amante/mujer de Faulques y es ahí donde la historia se hace confusa. Hasta muy entrada la representación no se deja claro toda la repercusión de esa figura femenina.
La trama principal de la historia tiene su interés. Esa confrontación con el protagonista de una de sus mejores fotos. La posición del fotógrafo como testigo indiferente. La culpa y la negación de la culpa. Si bien la intensidad se mantiene, se echa de menos un ritmo ascendente que lleve al clímax. Se esperan dardos más afilados y estocadas más certeras. A pesar de eso, esta es una función respetable, de gran oficio actoral y con una elegante puesta en escena.
El Pintor de Batallas plantea algunas relevantes cuestiones éticas que bien merecen ser habladas y confrontadas. El otro lado de una fotografía.
Crítica realizada por Moisés C. Alabau