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01.04.2017 Críticas  
¿A qué hora llega tu amante?

El ambigú del Kamikaze sufre su enésima transformación para convertirse en la casa de Richard y Sarah. Unos anfitriones que nos recibirán en una fiesta para que les acompañemos luego en su juego de ficción y deseo. Una interesante propuesta que lo ha vendido todo antes de empezar.

Harold Pinter, autor de este texto, impregna en sus obras una cadencia y un cierto hastío de las clases acomodadas. Las vidas de sus personajes se aburren y buscan sentido a sus existencias ideando juegos macabros o morbosos. Dependerá del espectador darle su lectura. Nacho Aldeguer adapta este texto dándole matices nuevos y una propuesta que sorprende en el inicio, y que aunque flaquea en algún instante, se paladea a gusto.

Esta es la primera producción de Álex García como productor. Ha sabido rodearse de un buen equipo y de unos buenos patrocinadores que le permiten hacer de este amante una experiencia gastroteatral. El público que llena el ambigú se encuentra inmerso en una fiesta de los protagonistas de la obra, se le ofrecen cervezas, un exquisito y sorprendente bocado creado por Diego Guerrero y un cóctel antes de que la acción teatral propiamente dicha empiece. Un riesgo que corren los actores y que se agradece. Hablan con el público, interactúan en un clima entre sorprendente y surrealista. Quizá habría que pulir un poco más el momento de transición entre ese ambiente en teoría desenfadado, y el comienzo de la función. El clima distendido pesa demasiado para el drama posterior. La transición es cuanto menos extraña. Unos anfitriones que se van a dormir y nos dejan allí con las copas en la mano, sin saber muy bien que se supone que debemos hacer. Buena idea, pero que necesita algún retoque.

El ambigú iluminado por el certero Juanjo Llorens se convierte entonces en el dormitorio de nuestra curiosa pareja. Entonces empieza el duelo. Ahí Richard le espeta a su esposa, con la que lleva casado diez años: “¿A qué hora llega tu amante?” A lo que ella, con la mayor parsimonia del mundo, le replica que sobre las tres de la tarde. Mientras en la radio un programa informa de la estadística de relaciones adulteras entre las parejas que llevan años casados, nos daremos cuenta de que todo es un juego de la pareja. No hay amante. Richard aparecerá como ese supuesto amante y el morboso (peligroso) juego se irá de las manos.

En poco más de una hora contemplaremos la desintegración de la pareja, a la vez que el intento desesperado de recomposición. La pareja está interpretada por el versátil Daniel Pérez Prada y por Alicia Rubio. Daniel se come las escenas el solo. Tanto en los momentos más distendidos de la situación como en los más tensos. Alicia está más rígida, posiblemente los nervios del estreno la atenazaban. No dudo que con el paso de las funciones conseguirá soltar el cuerpo. El espacio se queda a mi parecer pequeño. Muchos de los asistentes, dependiendo de donde estemos sentados, teníamos dificultades para ver el desarrollo de las escenas, sobre todo en las que la pareja esta en la cama, o en el suelo. Eso hace que uno se distraiga constantemente. Recomendable llegar pronto y pillar sitio en la primera fila.

A falta de dotar al montaje de un poco más de ritmo. El Amante se disfruta por lo arriesgado, ya no solo del texto, sino del montaje. Un montaje que tiene lo necesario para convertirse en un buen éxito (de momento no queda ni una entrada). Demos un margen de tiempo y de confianza para que ruede y coja cuerpo y seguramente toda la experiencia sea redonda.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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