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29.03.2017 Críticas  
Perros de guerra

Tras meses de éxito en la rara avis en la escena actual de la capital, teatro de La Puerta Estrecha, un Otelo sigue prorrogando, ofreciendo su particular visión del clásico de Shakespeare, con una ambientación en la tierra del moro protagonista, en la actualidad, demostrando que las tragedias clásicas siguen teniendo vigencia en el s. XXI.

El Otelo que nos presentan Actoral Lab, de la mano de Paco Montes y Lucas Smint, conserva todos los elementos del clásico, y nos traslada a Oriente Medio, sin fecha, son marco temporal, pudiendo ser la guerra del Golfo como el actual conflicto palestino, hecho que no afecta al comportamiento de los militares, cuya disciplina castrense mantiene los mismos fundamentos desde tiempos remotos. Otelo, exitoso militar por cumplir con éxito todos las misiones que se le encomiendan, conduce a sus tropas a una misión, y es donde comienzan las hostilidades con respecto a su éxito, todas ellas con fuente en Yago, manipulador oficial a las ordenes del moro, que no dudará en tergiversar y viciar la realidad, a su antojo, dirigiendo a Casio, Rodrigo y hasta su propia mujer, Emilia, hacia la impura catarsis que acontece en su final.

El Otelo que interpreta Iván Calderón, es un loco enamorado de su mujer Desdémona (Yaldá Peñas), que mas allá de su fortaleza física e imponente figura, hecho que agradece la corpulencia de Iván, tiene en ella su talón de Aquiles, una debilidad que aprovecha el malévolo Yago (Antonio Alcalde), para aprovechar ese resquicio, esa pequeña grieta flaqueza, para plantar la destructiva semilla de la duda, que se tornará en unos poderosos celos que enraízan en los mas profundo de este titán. Es loable que el trabajo que crea la compañía, y que aquí vemos representado, busque el núcleo de, por ejemplo, este Otelo, y en el lenguaje gestual, y las reacciones de Iván, palpemos el odio, la decepción, y el llevar hasta las últimas consecuencias todo lo que se proponga.

Antonio Alcalde nos entrega un satírico Yago, buscando la satisfacción en la desgracia ajena, y en crear una espiral del mal en torno suyo. Espiral en la que meterá a un cauto y maleable Casio, y un bruto Rodrigo. El Yago de Alcalde, con su constante sonrisa de medio lado, es alguien a quien en nuestro entorno conocemos, ese “amigo” envidioso que todos tenemos, y que no llegamos a comprender cómo logra sus propósitos enfangando todo alrededor. Iñaki Díez como Casio, y Óscar Varela como Rodrigo, dan veracidad con un físico hecho para estos papeles, y no nos extraña que terminen convertidos en esos perros bajo la yugo de Yago.

En el apartado femenino tenemos a la Desdémona, Yaldá Peñas, que quizás peca de ingenuidad y “poca sangre” en su interpretación de una mujer que, no solo por su sensualidad es la mujer de Otelo, sino por su fuerte personalidad de alguien capaz de engañar a su familia para salirse con la suya y casarse con alguien tan poco deseable. En su trágico final vemos la consecuencia de comportarse como una pazguata y no como un acto de locura de amor. Y es aquí donde quizás debieran haberse intercambiado los papeles, porque María Herrero tiene un registro dramático, y una potencia que en su Emilia, quedan desmesuradas. Un papel que le viene pequeño, y que pugna por hacerse un lugar que no se le otorga. María hubiese sido una excelente Desdémona, rozando lo Lady Macbeth, siendo tal la fuerza que tiene como actriz que trasmite.

El potente espacio escénico de La Puerta Estrecha, y que tan bien adapta para la ocasión Jose Helguera, ayudan a que la sensación de realismo, y de apoyarse en el texto mas que en los recursos escénicos, otorguen a esta propuesta un destacado lugar en la cartelera OFF de Madrid, y explica el rotundo éxito que persigue a este Otelo mes tras mes. Que un espacio alternativo a los grandes teatros, haga tan buen uso del espacio sonoro y del soporte audiovisual, hace que, pese al constante cierre de este tipo de salas, perseguidas por normativas obsoletas, aún confiemos que la libertad creativa y programadora tiene aún una larga vida en la capital.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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