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13.03.2017 Críticas  
Memorable versión (e interpretación) de la tragedia lorquiana

Magia. De nuevo, magia. Marc Chornet y Projecte Ingenu nos regalan una puesta de YERMA capaz de dejarnos sin respiración y, a la vez, de demostrar por fin toda la proximidad y validez que tienen a día de hoy el texto de Lorca y su(s) protagonista(s). Un acercamiento contemporáneo y una interpretación protagonista (y de todo el reparto) inolvidable.

La adaptación de Chornet y Anna Maria Ricart es excelente. Puntal básico para que la propuesta alcance su plenitud. Siete actores para siete personajes. Nos olvidamos de cuñadas, lavanderas y de la gente. La gente tan presente en el texto y especialmente en boca de Juan, pero ausente en el escenario. Yerma, Juan, Víctor y María. La vieja y dos muchachas. Un único acto. La progresión entre los cuadros la viviremos a través de la matización de las interpretaciones y de algunas referencias temporales que se mantienen en el texto. Algunos objetos anacrónicos con respecto al original y la fijación en off del tiempo de la acción: ahora que se cumplen ochentas años de la muerte de Federico García Lorca.

El diseño del espacio escénico de Laura Clos “Closca” es impresionante, así como la interacción y la integración con los intérpretes. Entre baldosas de azulejo y la tierra, tan fértil o yerma como la situación de la protagonista, apenas una cama y un inodoro. Un único espacio que se irá transformando en un campo de vides o cepas. El cambio de estacional en paralelo al de YERMA. La propuesta nos depara sorpresa tras sorpresa en este terreno hasta llegar a la fantástica puesta de la famosa romería final. No desvelaremos más sino que nos encontramos ante el mejor (y van muchos) diseños de escenografía visto en la sala. Pocas veces un “decorado” sabe captar tan bien la esencia de un texto, sin reiterar pero siempre enfatizando. Mutable y orgánico en la medida en que se convierte en un recurso para que los intérpretes profundicen en sus personajes, sin desviar nunca la atención del foco principal de la historia.

Qué decir de la iluminación de David Bofarull. La intimidad que se consigue es tan profunda como la excelencia del uso del claroscuro. En muchos momentos, conseguirá que lo único que brille sea la refulgente mirada de Alba José. Decíamos antes que no habrá gente, porque lo que se escenificará será el mundo interior de Yerma. Vacío y oscuro, así como su progresiva desesperanza. Bofarull consigue que esto suceda en todo momento. Lo mismo que con la utilería, los intérpretes serán los encargados de aportar en este terreno en algunos momentos (impresionante el del cementerio). Disciplinas “técnicas” que apoyan al desarrollo de la función y de los personajes. Una guía para ellos, y para nosotros.

El vestuario y caracterización de Marta Rafa demuestra el valor de esta tarea y sus posibilidades cuando se trabaja con directrices contemporáneas. La adecuación aquí era básica, puesto que salvo algunas excepciones, el texto se pronunciará como fue escrito. No en el tono, pero sí en las palabras. La fisicidad que desprende cada personaje nos ayuda a asimilarlos como uno más de los que ocupamos una butaca. Impresionante también la música original y el asesoramiento en el movimiento de Miquel G. Font, presente en momentos clave y algo básico para que la catarsis se consiga.

Catarsis es precisamente lo que provoca Alba José. Y de entre los muchos (o todos) sus momentos, uno para la posteridad. La despedida de Víctor (perfecto Xavier Torra) y Yerma. Con la mirada, ambos conseguirán explicarnos su historia, la que el texto no dice. El verdadero homenaje al autor será la dirección de actores, que consigue que los intérpretes muestren todas las capas (visibles y no) de los personajes a día de hoy, haciendo tangible lo que hasta esta puesta en escena no se había conseguido. Por momentos, sentiremos que nos encontramos ante un texto nuevo, como si Lorca lo estrenase por primera vez. El conflicto entre Yerma y Juan (generoso y esencial Martí Salvat) está muy bien reflejado, ya que aquí no será tanto una (in)capacidad física como sus posturas irreconciliables sobre lo que busca cada miembro de la pareja. Cristina López, Roser Tápias y Ariadna Fígols aportan luz a sus personajes, no menos que una adecuadísima Isabel Soriano.

Resulta obligado volver a Alba José. Ella es YERMA y con ella el personaje se torna contemporáneo. El trabajo con el texto es magnífico, tanto que casi pasa desapercibido gracias a la naturalidad y frescura que desprende. De la ilusión poco ingenua al desgarro más profundo. Su mirada nos explicará TODO lo que sucede en escena y lo que no, hasta conseguir que veamos su interior. Incluso conseguirá que YERMA caiga en la cuenta de qué parte de responsabilidad tiene en las decisiones que toma. El gran tándem que forma con Chornet consigue que desde el principio su deseo se torne empático y lo asimilemos como propio. Su caso particular, en manos de José, se torna universal. Muy grande la generosidad de este trabajo. Y todavía más, su calado en los espectadores.

La mejor propuesta de lo que llevamos de temporada. Con Chornet, José y el resto de la compañía por fin hemos encontrado a Lorca. Le han tomado de la mano, le han acompañado desde la anónima cuneta donde reposa desde hace décadas y nos lo han traído al espacio mágico en que han convertido el Teatre Akadèmia. Y nos han desgarrado el corazón, pero también nos lo han acariciado y lo han hecho más sabio. Por supuesto, muchas felicidades, pero sobretodo, ¡GRACIAS!

Crítica realizada por Fernando Solla

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