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11.03.2017 Críticas  
«Botes verdes» para salir de la crisis

La Calòrica vuelve al Tantarantana para participar en El Cicló 2017, el ciclo de teatro de compañías independientes en residencia en el Teatre Tantarantana. La compañía ya participó el año pasado con ‘El Profeta’ y este año nos trae FAIRFLY, una comedia sobre la burbuja del emprendimiento provocada por la crisis económica de esta última década.

Para explicar las mieles del emprendedor y las ‘start-up’ ya hay cientos y miles de sitios web, programas de radio y televisión y congresos varios. En esta ocasión, Joan Yago a la pluma e Israel Solà a la dirección nos presentan este divertidísimo proyecto que contrarresta el mensaje optimista y halagüeño de lanzarse a emprender tu propia empresa. No es una demagogia ni a favor ni en contra del mundo emprendedor, pero si expone las realidades y los riesgos que hay detrás de los negocios rápidos y aparentemente exitosos en el agresivo y ambicioso mundo comercial.

Cuatro amigos se reúnen una noche alrededor de una mesa para decidir cómo enfrentarse al ERE del que les acaba de informar la empresa para la que trabajan. Escribiendo un email de respuesta al Consejo de Dirección y pensando en montar un Comité de Empresa para luchar por sus derechos, de repente, empiezan a tener una fabulosa idea, con un producto que no existe en el mercado, que puede convertirse en la solución a sus problemas, y darle un giro a sus vidas y al mundo entero.

Cuatro jóvenes con ideales y con el ímpetu de los que arrancan un plan ambicioso con un utópico y palpable propósito como es el de emprender su propio negocio sin tener que depender de nadie mas. Lo que no nadie les ha dicho es que una vez entras en la rueda de hámster del mundo de los negocios, ni las cosas son tan sencillas, ni los que te rodean te lo ponen fácil, ni los ideales que originalmente tenías la mayoría de veces se pueden mantener.

Para explicarnos todo esto, hay que ir a ver FAIRFLY. Ochenta minutos de texto, donde vamos a ver el proceso de cambio de las vidas de los personajes y de sus aspiraciones, objetivos, metas e ilusiones y todo sencillamente alrededor de una mesa. Para ello, el Tantarantana se transforma, y todo el público sube al escenario y se sienta alrededor de la mesa y los cuatro protagonistas. Una apuesta original que da mayor sensación de cercanía y que te imbuye aún más en la historia.

Muchas cosas pueden decirse de esta obra, pero hay tres a destacar: el ritmo, la coordinación, y el ingenio de trasfondo.

En FAIRFLY, el ritmo es frenético desde el principio y hasta el final, por lo que es imposible que haya lugar para el aburrimiento. Para demostrar en cuan poco tiempo uno puede llegar a ser empresario, y en cuanto menos uno puede dejar de serlo, toda la obra es ágil, rápida, con diálogos frenéticos y cambios de época casi imperceptibles para que ni te des cuenta de todas las cosas que están pasando y lo rápido que están sucediendo.

Para ser efectivos en ese ritmo, y seguir ese compás, existe una tremenda armonización entre los actores y sus intervenciones, en ocasiones atropelladas intencionadamente, pero totalmente calculadas, que le añaden un plus al valor de este guión.

Y, finalmente, las risas. Las risas continuas que provocan las actitudes de los personajes. Cada uno de ellos es fácilmente reconocible en un estereotipo y, a la vez, identificable en un familiar, un amigo, o en aquella persona de la que alguna vez nos han hablado. Y todos ellos, en un momento u otro, nos hacen reír. No digo sonreír, digo reír. Sus simpáticas salidas, las explosivas reacciones positivas y negativas, sus constantes acuerdos y desacuerdos… todas ellas cosas serias, pero con una clave tan aguda de humor, que me atrevería a decir que es una de las comedias más desternillantes que he visto en mucho tiempo.

Para que el resultado sea el que es, es evidente que el texto y la dirección son imprescindibles. Pero a la misma altura están las soberbias interpretaciones de los 4 emprendedores en cuestión. La genialidad es que no son estereotipos puros, porque cada personaje tiene ciertos matices que al final los convierte en originales. Queralt Casasayas, Xavi Francés, Vanessa Segura y Aitor Galisteo-Rocher son los cuatro artífices de esta historia y les transfieren una potente personalidad a cada uno de los roles: el idealista, el inventor, el emprendedor y el calculador. Y lo hacen tan bien, que al final no puedes dejar de aplaudirles.

No se pierdan, por favor, esta gran comedia que pone en evidencia que emprender una compañía de teatro independiente como La Calòrica, hace siete años, fue una idea genial que sí ha cambiado el mundo.

Crítica realizada por Diana Limones

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