La Sala Flyhard acoge a la Cia. Laura como invitado de excepción. La programación de LA TRINXERA nos depara una grata sorpresa a la vez que nos presenta un trabajo que rebosa talento a destajo. Tanto el texto como la puesta en escena y su interpretación demuestran que cuando se tiene la necesidad de explicar(se) y las aptitudes para hacerlo, el resultado sólo puede ser un éxito.
El texto de Ivet Zamora y Pablo Macho consigue incluir todas las inquietudes de los jóvenes integrantes de la compañía sin precipitarse ante la necesidad de volcarlas todas de golpe. Todo tiene su momento y su lugar. Tanto para desarrollar las premisas como a los personajes. Se agradecen, principalmente, dos peculiaridades narrativas. En primer lugar, la historia ficticia está perfectamente hilvanada y funcionaría a la perfección por sí sola. Además, la intención de plasmar el estado social de nuestro mundo actual se escenifica con rotunda adecuación, convirtiéndose en el porqué vinculante de todo el asunto. Sin duda, un gran ejemplo de dramaturgia contemporánea que no convierte su vocación social en un lastre dramático, sino todo lo contrario.
La dirección de ambos es un gran puntal de la función. Algo que también propicia el texto y en lo que las actrices y actor destacan es el dominio y control del gag. La interpretación fluye con precisión e inmediatez y así todos los golpes de humor. También los giros más dramáticos y la reflexión. El movimiento y coordinación por el espacio escénico son increíbles. Marta Lofi y Nina Tuset han realizado una meritoria labor vaciando de escenografía la sala y utilizando apenas unas cajas movibles. Muy adecuado para el texto de LA TRINXERA.
Algo que sorprende sobremanera es la integración en un contexto contemporáneo y espontáneo de un uso tan depurado del lenguaje. Cada palabra tiene su valor y los juegos que establecen entre ellas los intérpretes se disfrutan sobremanera. La coordinación entre la ejecución del texto y el espacio sonoro (y lumínico) de Xavi Gardés y la propia compañía termina de vestir la puesta en escena con espontaneidad y precisión al mismo tiempo. Hasta hay tiempo para reflexionar irónicamente sobre el estado actual del teatro.
La interpretación de los cinco resulta tan entregada como meritoria, sin apenas costuras a la vista. De algún modo, cada personaje recogerá el testigo de un estilo de vida o una visión del mundo desde una vertiente nada excluyente. Tanto es así que el espectador sentirá empatía e identificación con las causas de todos ellos. Pablo Macho demuestra una vis cómica y una espontaneidad que engrandece cada microsegundo de los que aparece en escena. A su vez, Ivet Zamora enseña su madera de actriz clásica, que se mueve como pez en el agua tanto en la ofrenda del texto como en la ejecución corporal. En el caso de ambos, es muy destacable que su triple labor no les haga perder la visión específica sobre su propio trabajo en escena.
Jael Pascual y Sara Schkot desarrollan con sus complementarias creaciones una elocuente reflexión sobre la necesidad y sentido práctico de la pareja a día de hoy. Sin desmerecer al resto, es Emma Arquillué la que termina por llevarse el gato al agua. Su comicidad es explosiva. Parecen no agotársele los registros cómicos sin caer nunca en la exageración ni la repetición. Ella y Macho consiguen arrancar las carcajadas más espontáneas, sin permitir que el público pierda el foco en ningún momento.
Finalmente, hay que aplaudir que, a pesar de las muchas virtudes del texto, la compañía no dé por supuesto que un buen material de base es suficiente y nos regale una cuidadísima puesta en escena del mismo. Puntos de vista todo lo que jóvenes que se quiera pero que consiguen transmitir su pasión y verdad y persuadirnos en todo momento.
Crítica realizada por Fernando Solla