Julián Fuentes Reta se pone al mando de este texto de Lars Noren, dramaturgo sueco, considerado como uno de los más singulares del panorama contemporáneo. DEMONIOS es un texto difícil, explícito e incómodo. Una disección de los deseos no cumplidos.
El Teatro Galileo se transforma en el salón de estar de una acomodada pareja. Decoración minimalista pero lujosa. Fría, excesivamente brillante. Ella, considerablemente desubicada pone la música a todo trapo. Él llega, con las cenizas de su madre fallecida en una bolsa. La tensión se palpa. Todo es rabia y reproche.
En la historia aparece otra pareja, vecinos del mismo inmueble. Un poder adquisitivo evidentemente inferior, padres recientes y primerizos. La acomodada pareja les invita a cenar para conocerse mejor. La situación se descontrolará por momentos llegando a ser un juego macabro de humillaciones y desprecios. Los DEMONIOS de todos salen a pasear por ese desangelado salón presidido por una cabeza de ciervo disecada.
La propuesta tiene mucho de “¿Quién teme a Virginia Woolf?”. Dos parejas en el filo, que ante la oportunidad de echarse todo a la cara con testigos no pierden la oportunidad. Como si eso fuera un acto impune. Evidentemente eso no queda sin consecuencias.
Cuatro actores a distintos niveles interpretativos defienden el campo de batalla. Ruth Díaz, recientemente nominada por su papel en “Tarde para la ira”. Paola Matienzo, Alberto Berzal y David Boceta. También habría que añadir al elenco actoral a una rumba, (esos aparatos que barren solos) ya que jugará un importante papel en más de una escena.
La obra es densa. Es tal el nivel de destrucción de todos los personajes, es tal el hastío, que es complicado sentir algún tipo de simpatía por ninguno de ellos. Está claro que todos tenemos DEMONIOS internos, pero la contemplación de esas miserias multiplicadas por cuatro, hace de la experiencia un trago pesado. La lucha es dialéctica y física. Incomoda por su falta de pudor y escrúpulos. Poco creíble en muchos tramos y carente de todo humor que desengrase la situación. Los estallidos me parecieron forzados. La catarsis ha de ocurrir, pero se prepara demasiado y durante demasiadas escenas. Cuando ocurre, es seguida de otras pequeñas explosiones que no terminan de cuajar. La obra se dilata y no culmina. Un recorte de tiempo o algo más de agilidad le harían un favor a la propuesta.
Las interpretaciones son correctas. Noté incomodidad por parte de los actores, me faltó credibilidad por su parte. En su favor diré que el texto y las escenas son harto difíciles de dar como creíbles. Aun así el esfuerzo es digno.
DEMONIOS creo que quiere ponernos un espejo delante. Quiere enseñarnos lo que seriamos capaces de hacer y decir si nos tocaran según que resortes. Como intención es buena, pero hay algo que hace que la obra languidezca y se pierda el interés. Más allá del morbo de ver a dos parejas descuartizarse y echar por la borda su proyecto vital, al acabar la función no queremos llevarnos nada de ese frío salón.
Crítica realizada por Moises C. Alabau