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02.03.2017 Críticas  
Mari Pepa tiene Instagram

El Teatro de la Zarzuela se empeña en sacudir ese aroma cerrado que a veces se le supone. El proyecto Zarza (Zarzuela para y por jóvenes) inicia su andadura con una genial adaptación de LA REVOLTOSA, uno de los clásicos del género que supera la vuelta de tuerca con nota.

En el escenario un elenco que no supera los 28 años, para muchos de ellos la primera vez en un teatro de la envergadura del buque insignia del género chico. Una orquesta de cámara y unos directores con ilusión que contagia. David R. Peralto en la parte musical y José Luis Arellano como director de escena. Acostumbrados como pocos a lidiar con elencos jóvenes que desbordan energía, han sido los elegidos (y muy bien elegidos) para dar forma a la adaptación libre y tremendamente moderna y divertida que ha hecho Guillem Clua de la mítica zarzuela del maestro Chapí.

No esperen ver a chulapos y chulapas, ni pañoletas con claveles. Aquí la acción pasa a nuestros días, unos días en que los lugares de encuentro son las redes sociales y los móviles. Así que nuestros protagonistas interactúan y razonan a base de sus “likes” en Instagram y de sus mensajes. La historia de LA REVOLTOSA se conserva. Nuestra Mari Pepa es una diva de Instagram, y por ella beben los vientos los mozos. Tres de ellos no deberían, pues tienen ya a sus chulapas, pero tenemos a Felipe, que se resiste a caer en los brazos de Mari Pepa. Al final, la verbena y algún que otro enredo solucionaran el asunto.

El montaje mezcla con gracia el típico lenguaje de la zarzuela y el sainete. Entre discusión y discusión de lo apropiado de ese lenguaje se va desarrollando la historia. Unos a favor de no tocar ni una coma al género chico y otros con ganas de modernizarla. El final sufre una transformación también, aunque se cuentan los dos finales, para que cada uno le ponga la música que quiera.

El joven elenco está notable. Alberto Frías en su papel de Felipe es un auténtico “robaescenas”. Ana Cristina Marco como Mari Pepa tiene una calidad asombrosa. Javier Ariano con su guitarra a cuestas acompaña de lujo muchas de las escenas. Joselu López saca su ya conocida vis cómica. Todos brillan y se entregan con fuerza a un género desconocido para algunos de ellos hasta este momento.

Pero no se piensen que la zarzuela desaparece. Ni mucho menos. La zarzuela está con fuerza y los momentos líricos son de gran belleza. El grupo suena limpio y la música acompaña con garra. La escenografía en apariencia sencilla se basa en atinadas proyecciones y en unos emoticonos que subrayan con tino las emociones. La iluminación de Juanjo Llorens hace el resto para que lleguemos a emocionarnos.

Un montaje que respeta el clásico, pero que le da un aire joven que despierta las risas del público. Una propuesta montada con mucha ilusión y mucho trabajo. El resultado podrá gustar o no a los más puristas del género, pero sin duda no dejará tibio a nadie. La energía que imprime José Luis Arellano a sus montajes consigue zarandear los patios de butacas. Sale uno del templo de la Zarzuela tarareando lo de “Felipe de mi alma” y cuando llega a casa se descubre echando claveles por la boca y deseando que haya una verbena en la plaza más cercana.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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