Con La Cubana, la locura impregna el escenario. «Campanadas de boda” o “Cómeme el coco negro” son ejemplos muy claros de lo que podemos encontrar cuando acudimos a disfrutar de una de sus obras. Pero, esta vez, parece que todo es diferente. El formato (un musical), algo extraño en ellos, les obliga a cambiar.
GENTE BIEN es el primer musical al uso que La Cubana crea. Si bien algunas de sus obras han contenido alguna canción, esta es la primera vez que la conocida compañía teatral catalana se lanza a la aventura de crear un producto nuevo. Algo que les es extraño y excitante a la vez. Y algo que a mi, por mi parte, me anima a disfrutar del espectáculo desde las primeras filas en platea.
Solo entrar al teatro ya nos damos cuenta que La Cubana ha invertido todo lo necesario (y ahorrado) para crear un gran musical. Un musical catalán, con una historia catalana (Gente Bien de Santiago Rusiñol) pero al más puro estilo Broadway. Si bien la embocadura del escenario está pintada sobre lienzo (algo que explicarán más adelante), La Cubana presenta en su escenario lo más novedoso en el mercado. Robótica, proyecciones, un vestuario y atrezzo excelente… No se repara en gastos. Ellos tienen todo lo necesario para que su primer musical sea, a partir de ahora, un montaje de referencia de la compañía. Y, sin entrar en razones, el musical GENTE BIEN se convierte en el máximo estandarte de la compañía.
La Cubana no defrauda. Su buen hacer, su inteligente entretener, su diferencial e inesperado montaje, su estrés intrínseco… todo ello, convence desde su inicio y sorprende a un público que se entrega para que todo salga bien. Porque, lo más importante, es que todo salga bien. Es su primer musical y todo debe ser tan perfecto como es al disfrutar de esta función. Y es que la perfección que radica en el ADN del genoma «cubanero” es algo impresionante.
Con tantos montajes a sus espaldas, La Cubana estaba tardando demasiado en lanzarse a conquistar este nuevo género (para ellos) y poner en él toda la carne en el asador. Nada de vuelta y vuelta, canciones sencillas y escenografía impactante. La Cubana no gusta por sus espectáculos simples, sino por todo lo contrario. Su ritmo frenético, ya sea delante como detrás del escenario, hipnotiza al público. Sus miles de personajes y la sencillez con la que los actores los dominan, hacen que la función pase en un abrir y cerrar de ojos.
Por su parte, no puedo más que glorificar la divertida GENTE BIEN, sin olvidarme de la parte sentimental de la misma. Un pequeño espacio al final de la obra nos recuerda por lo que la compañía ha pasado. Sus inicios realizando montajes teatrales callejeros en Sitges, su salto a los teatros comerciales, sus éxitos, sus locuras (unas cuantas)… pero ¿qué le queda por hacer a La Cubana? La verdad, no lo sabría decir. Lo habían hecho todo menos un musical y eso ya pueden tacharlo de la lista… Lo que está claro es que volverán a reinventarse. Tiraran la casa por la ventana. Encontraran un género teatral que no hayan tocado nunca y volverán a sorprendernos. La compañía diva del teatro catalán no se retirará nunca. Y nosotros siempre los esperaremos con la misma impaciencia.
Crítica realizada por Norman Marsà