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18.02.2017 Críticas  
Las cloacas del poder dominante (también del moral)

Llega a Barcelona la última obra del dramaturgo estadounidense David Mamet. MUÑECA DE PORCELANA es la primera producción que se hace de la pieza tras su estreno en Broadway en 2015. El montaje cuenta con José Sacristán y Javier Godino como únicos protagonistas. Un texto que convierte la anécdota inicial en una radiografía de la corrupción transversal inherente al poder hoy en día.

Juan Carlos Rubio dirige una puesta en escena que, visualmente, resulta tan austera como adecuada. La escenografía de Curt Allen Wilmer acierta en mantener un tono cromático gris y transforma el escenario en la oficina del protagonista. La idea de convertir los paneles posteriores al decorado en un conjunto de puertas que, juntas, simulan la cola de un avión es un detalle que reincide tanto en la premisa inicial de la obra como en su desarrollo. Las que prometerán ser vías de escape en momentos determinados se convertirán en un armario, el mueble bar, etc. Junto con la iluminación de José Manuel Guerra y el espacio sonoro de Mariano J. García López insisten en dotar a la puesta de un contexto cercano al thriller, algo que a nivel formal está totalmente conseguido.

Uno de los aspectos más interesantes del texto original (y que la propuesta que nos ocupa sabe aprovechar muy bien) es que, aunque sobre el escenario sólo veamos a dos intérpretes, llegaremos a conocer hasta siete figuraciones. José Sacristán marca el ritmo, no sólo de su interpretación y la de su compañero, sino de toda la función a partir de las conversaciones telefónicas que mantiene su personaje con el resto de los convocados invisibles. El actor afronta su labor con una energía que no escatima en cuidar hasta el más mínimo detalle para dotar de carácter al millonario que interpreta. Lejos de optar por la vía complaciente, conseguirá someter a juicio la ideología y moralidad de lo que sucede en escena, algo que el texto de Mamet no siempre facilita. Su asertividad es completa tanto en el gesto como en la voz. El juego interpretativo que mantiene con Javier Godino es lo que más se disfruta de este montaje. En su caso, el segundo plantea a su personaje a través de la escucha y el silencio. A medida que se desarrolla la trama deberá recopilar, de algún modo, todo lo acontecido y dialogado en escena, algo que sucederá con total naturalidad y progresión. Entre ambos mantendrán un pulso rítmico e interpretativo que se salda con éxito.

A estas alturas, es indiscutible que David Mamet es un maestro planteando ideas muy concretas a través de sus personajes y de la ficción. A nivel estructural, sus obras son dignas de estudio. El problema reincidente (y aquí también sucede) es que no siempre el valor de la premisa tiene validez dramática suficiente como para aguantar toda la obra. La desnudez, no exenta de ironía, con la que plantea la bajeza moral del uso del poder dominante (político y empresarial) es cruda y hasta divertida. Escoger como protagonista a un ser todo lo vil y mezquino que se quiera para desarrollarlo como el “héroe” en apuros del relato consigue que el público participe en primera persona del cuestionamiento ideológico. Hasta aquí, muy bien. Además, la dirección de Rubio y el talante de Sacristán juegan a favor de que así sea. El problema llega cuando todas las cartas están sobre la mesa y el desarrollo de la premisa se transforma en un juego de gato y ratón. Los giros, aunque entretenidos, son bastante obvios y la estructura sobradamente conocida.

Finalmente, MUÑECA DE PORCELANA resulta una buena puesta en escena de una obra que, aunque recoge el testigo de los tiempos que corren, no siempre estará a la altura del trabajo de dirección, adaptación e interpretación de todos los implicados. En este caso, a la mezcolanza entre denuncia y entretenimiento se le adivinarán las costuras demasiado pronto. Algo que no impide que disfrutemos del regreso a los escenarios barceloneses de un Sacristán que, en la noche del estreno, recibió una calurosa (y merecida) ovación por parte del público.

Crítica realizada por Fernando Solla

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