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06.02.2017 Críticas  
Infiernos blancos de Sartre

Una de las maneras de visitar las miserias de la condición humana, es bajar al infierno de la obra «Huis Close» (A Puerta Cerrada) que escribió Jean Paul Sartre en el año 1944 y que ha sido varias veces dirigida en el cine a lo largo del siglo XX.
 
Uno de los padres del existencialismo y notable exponente del marxismo humanista, Sartre planteaba en esta obra el tormento eterno, no como un lugar de fuego ardiente o donde se inflige dolor físico. Más bien, mediante la historia de tres personajes, Sartre nos lo describe como una especie de hotel subterráneo lleno de pasillos y habitaciones y es en esas donde existe la verdadera tortura, la psicológica, a la que uno mismo se somete por la propia condición humana y la fuerte influencia que tienen en nosotros los que nos rodean. Es de ahí de donde no se puede salir, por más que intentemos cegarnos a la realidad, darle la vuelta, ignorarla o engañar a los demás. Los personajes que inventó el escritor intentan eso durante la mayor parte de la obra. Pero finalmente la verdad, la consciencia de ella, se acaba apoderando de ellos y abriéndoles los ojos. Esa verdad que finalmente se sonsacan y a la que obligan a someterse mutuamente es la que les aplicará la mayor tortura.

NO EXIT reúne a estas personas en una habitación blanca con un escaso mobiliario: solo tres sillas, una estatua de madera y un abrecartas sobre una mesilla. Los tres son guiados por un impoluto mayordomo, vestido de blanco, de inusual y extremada amabilidad. Garcin era periodista y trabajaba en un periódico, pero ha sido asesinado recibiendo doce balazos por todo su cuerpo. Inés, desde el principio descubre ante sus compañeros que es lesbiana y con su historia conocemos que su amante se ha suicidado matándola a ella también con gas. Y Estelle, la última que se incorpora a la habitación y que cierra el círculo, es una joven pelirroja y muy atractiva, muerta por una neumonía, y que insiste con no entender porque razón ha acabado en este infierno, que todo debe ser una equivocación. Los tres no acaban de creerse que tengan que convivir con los otros el resto de su… muerte.

A cada personaje se le concede desde el principio poder ver lo que pasa en la Tierra, en sus épocas y a partir del punto en que dejaron sus vidas. También ese es parte de su infierno. Saber que la vida sigue sin ti, duele. Y a medida que pasa el tiempo (originalmente representado en la obra mediante repeticiones constantes de la misma escena durante varios segundos) los personajes dejan de tener interés en lo que pasa fuera y esas visiones se van apagando. Pero ese contraste de sus muertes con la vida les moverá a ir desvelando paulatinamente las razones reales que hay detrás de su castigo.

Loredana Volpe dirige este duro texto, que ya llevara a cabo en Caracas como protesta al sistema político de represión donde no se permiten discursos diferentes al ideal del gobierno existente. Ella misma ha creado la dramaturgia, que aunque en algunos momentos se percibe un tanto lenta, pero como conjunto es muy intensa y es realmente interesante la manera como logra mantener hasta el final la expectación para conocer los detalles de los pecados personales de cada personaje, que al fin y al cabo es lo que les ha conducido al infierno, y la forma en que estos van viendo la luz.

Los tres actores juegan muy bien sus cartas, y congenian muy bien con sus personajes. En el caso de Inés, perfectamente interpretada por Aida Oset, tenemos a alguien que desde el principio muestra su cinismo y que lo mantiene hasta el final. En los casos de Garcin y Estelle, podríamos decir sin miedo a equivocarnos, que interpretan a dos personas distintas cada uno. Una, la que quieren vender a sus compañeros de habitación inicialmente y otra, la que hay de verdad en el interior, que han estado ocultando, y que por último, acaba apareciendo. Oriol Casals y Laura Pujolàs nos muestran con la también excelente ejecución de sus personajes esas dos caras de una misma moneda. Ese proceso de cambio hacia la bajeza humana tan bien reflejado en sus rostros, en la tensión que se va apoderando de sus cuerpos a medida que pasa el tiempo y la transformación final en el climax de la obra es realmente un gran punto a favor de NO EXIT.

La música y la iluminación es otra de las claves del éxito de esta pieza, que ocurre toda en un cuadrado de aproximadamente 25m2. Darle vida al espacio solo es posible mediante un juego de luces que va del blanco sepulcral de la estancia al rojo infierno en los momentos en los que aparece el verdadero yo, pasando por los amarillos tenues de sus recuerdos. Es ahí donde la luz y la música a tono con los colores, nos hablan de lo que está pasando.

Sartre decía que habíamos nacido libres, pero que esa libertad es tanto un bien preciado como una condena, porque nos hace responsables de nuestros actos. Por eso Volpe deja perfectamente reflejada con esta obra la parte moralista del guión que Sartre escribió y es que la única cosa que podemos hacer para superar la angustia que nos producen esas elecciones, es tomar conciencia de nuestra muerte y aceptarlo: existir, pensar y escoger a partir de la conciencia de esa muerte.

¡Ah! Para saber cuál son los pecados que hicieron merecedores del infierno a Garcin, Inés y Estelle, vayan al Teatre Akademia de Barcelona a ver el NO EXIT de la Cía. La Salamandra y descúbranlo ustedes personalmente. Ya, de paso, aprenderán también porque Sartre escribió posiblemente su más famosa frase: «L’enfer, c’est les Autres» (El infierno son los Otros).

Crítica realizada por Diana Limones

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