Hay archivos que desconocemos que contienen millones de carpetas con los expedientes de las vidas de personas que vivieron bajo régimenes comunistas de países de Europa del Este. Cuando esos regímenes cayeron, se abrieron las puertas (por así decirlo) para que quien quisiera pudiera ir a leer su historia, o lo que es lo mismo, reencontrarse con los secretos de su vida.
Este es el leitmotiv de UNA CASA A L’EST, donde Mónica (Arantzazu Ruiz) y Florentin (Adrià Olay) son dos hermanos, hijos de emigrantes de uno cualquiera de estos países ex-comunistas, y que vuelven a la casa donde sus padres vivieron con el fin de venderla. En este viaje, quizá por la nostalgia de ser probablemente el último, se despierta en Mon las ganas de saber más de ese pasado tabú que sus padres han mantenido oculto durante toda su vida. Eso desencadenará diferentes reacciones por ambas partes, o lo que es lo mismo, las diferentes formas de afrontar algunas realidades en ocasiones incómodas. Y también brindará la posibilidad al espectador para que pueda conocer de primera mano hipotéticas historias (no muy lejanas a la realidad) de lo que millones de personas vivieron bajo esas dictaduras. El tercer personaje del elenco es el archivero (Pau Sastre), quien además de estar encargado de preservar esos secretos al público, con el paso del tiempo se ha nutrido de esas historias y nos las transmite de una forma muy especial.
El guión se ha creado por la propia directora de la obra, Laura Mihón, quien siendo de origen rumano y habiendo llegado a España siendo muy pequeña, es idónea para escribir sobre esta tématica. Sin llegar a ser autobiográfica ni con pretensiones de ser un estudio histórico sobre el tema, Laura efectuó un profundo trabajo de investigación para crear esta obra. Esa búsqueda en círculos cercanos a ella así como en la información que había disponible le llevó a la conclusión de que se ha hablado poco y no se ha creado lo suficiente sobre la temática de los regímenes comunistas. Posiblemente, esta sea una de las razones que la motivó a escribir una historia que habla sobre la Historia en general y sobre historias personales, en particular.
Como también se hiciera en el último proyecto del Col.lectiu La Santa, los actores interpretan a diversos personajes cada uno, hasta un total de 3 diferentes personalidades, que van alternando presente y pasado, y que en definitiva nos explican como fue la vida en situaciones realmente complicadas.
Al principio, cuando aún no has descubierto exactamente el hilo que va a llevar la obra, se puede hacer un poco difícil identificar cada momento, y a qué personajes se nos está refiriendo. Pero en cuanto esta va avanzando en el tiempo, y comienzas a identificar cambios de escena (que son siempre los mismos y te sirven de referencia) uno se acaba situando en la acción y comienza a meterse de lleno en la historia.
La escenografía de Daniel Ruiz es muy interesante porque nos representa una casa (en el pasado y en el presente) con paredes compuestas de los miles de archivos donde se encuentra los dossiers personales, por lo que esos expedientes quedan muy bien conectados con las vidas personales de los protagonistas. Al estar todo el tiempo latentes, como telón de fondo, este espacio escénico te ayuda a no olvidar que eso existió y que siguen ahí a día de hoy.
La iluminación, a cargo de Natalia Ramos y Lluís Serra, juega muy bien con los ambientes y le añade dramatismo a los momentos clave de la obra, en los que se requiere dureza, o sencillez y simplicidad. O, sencillamente, resaltar algunos espacios para subrayar ciertas líneas de guión.
Ruiz, Olay realizan un trabajo más que correcto en sus muy buenas interpretaciones y Sastre nos sorprende con un especial archivero que nos hace las veces de narrador de historias y que, a la vez, descompensa ese derecho a la intimidad que existe como mensaje de fondo. El trío se complementa perfectamente y para cuando vas por mitad de la obra solo quieres saber que va a ocurrir después y quién va a ser quién y qué van a hacer a continuación.
La obra cierra con un final que hace preguntarse al público qué haría en su misma situación. Y es que, ¿quién es lo suficientemente valiente para abrir la carpeta que contiene los secretos de tu propia vida que a lo mejor no estás preparado a conocer?
Crítica realizada por Diana Limones